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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Altas expectativas laboristas en el Reino Unido

Los británicos votan este jueves entre un conservadurismo arruinado y un progresismo que hereda un país necesitado de reformas urgentes

Torre del Parlamento de Westminster en Londres, el pasado 28 de junio.
Torre del Parlamento de Westminster en Londres, el pasado 28 de junio.Peter Nicholls (Getty Images)
El País

El Reino Unido afronta en las elecciones de este jueves la oportunidad de iniciar un cambio de ciclo que ponga fin a 14 años de gobiernos conservadores. La decisión de Rishi Sunak de adelantar la cita con las urnas probablemente solo ha servido para acelerar un desenlace inevitable. Las encuestas no han variado a lo largo de la campaña y el pronóstico de una contundente victoria del Partido Laborista.

La herencia de los cinco sucesivos primeros ministros tories que han habitado Downing Street durante este tiempo arroja un balance negativo, iniciado por la austeridad impuesta por David Cameron para enderezar el maltrecho estado de las cuentas públicas después de la crisis financiera de 2008. Aquello instaló de modo permanente unos fuertes desequilibrios en la economía británica: desigualdad, falta de inversión pública y privada, sueldos anémicos y estancados, menor competitividad y una sanidad y educación públicas en declive. La sexta economía del mundo es hoy un país dividido social, política y territorialmente que intenta desesperadamente dibujar su papel en la comunidad internacional. El referéndum sobre la independencia de Escocia de 2014, que ganaron los partidarios de la unión, dejó tras de sí una fuerte aspiración secesionista que se vio agravada cuando, dos años después, una mayoría de británicos eligió salirse de la UE en un referéndum temerario.

El legado del Brexit, fruto de la irresponsabilidad de Cameron, la negligencia de Theresa May y la demagogia temeraria de Boris Johnson, permanecerá como la mancha más oscura de los gobiernos tories, por mucho que se hayan empeñado —con la complicidad laborista— en que su huella desaparezca del debate político. El sucesor de estos, Rishi Sunak, no ha tenido tiempo ni talento en apenas dos años de mandato para enderezar la terrible percepción que los ciudadanos británicos tienen de su actual Gobierno.

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Si los sondeos no fallan estrepitosamente, los británicos han decidido dar las riendas del país a Keir Starmer, el político que ha dedicado los últimos cuatro años a centrar al Partido Laborista y volver a convertirlo en una opción de Gobierno. No tiene muy complicado este abogado especializado en derechos humanos ofrecer un claro contraste de rigor y seriedad frente a la imagen pública de Johnson, con sus fiestas secretas durante la pandemia, o su breve sucesora, Liz Truss, que a punto estuvo de hundir la credibilidad del país con su irresponsable bajada de impuestos.

Es muy probable que este mismo viernes Carlos III encargue a Starmer la formación de un nuevo Gobierno, pero el Partido Laborista dispondrá de poco tiempo para evitar que vuelvan a desinflarse las expectativas de cambio de los ciudadanos. El Reino Unido necesita un profundo plan de reformas económicas, políticas y sociales para las que ya llega tarde. El único mandato claro con el que la oposición tomará el mando es el de deshacer definitivamente el mal recuerdo de los tories.

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