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Columna
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Nacer extranjeros

Establecer un ‘apartheid’ administrativo para los hijos de migrantes es empujarlos a tierra de nadie, convertirlos en apátridas sin nación alguna que los reconozca como propios

Marine Le Pen
Marine Le Pen, en primera fila para escuchar un discurso del presidente del Reagrupamiento Nacional, Jordan Bardella.Gonzalo Fuentes (REUTERS)
Najat El Hachmi

Una de las propuestas del Reagrupamiento Nacional en Francia es dejar de conceder la nacionalidad a los nacidos en territorio galo si los padres son inmigrantes. A efectos prácticos, esto supone convertir en extranjeros a quienes se equivoquen de padres al nacer. La noticia me ha recordado un libro de memorias magnífico y divertidísimo Prohibido nacer, de Trevor Noah. El cómico sudafricano relata lo absurdo de las leyes del apartheid que incluso prohibían el nacimiento de personas como él, fruto de la unión entre un blanco y una mujer negra. Intentar frenar el deseo es absurdo e inútil porque la carne no atiende a ideologías excluyentes. El amor no sé, pero el sexo sí que es más poderoso que el odio o las prohibiciones sin sentido. Cierto es que la propuesta del RN no pretende, de momento, meterse en la cama de los mixofílicos (término que debemos a Zygmunt Bauman). Lo irónico de la situación es que Bardella es hijo de una mujer italiana del mismo modo que Ignacio Garriga es hijo de una ecuatoguineana. Alguien debería psicoanalizarlos y averiguar qué complejo tienen cuando reniegan de sus madres y dirigen su rechazo hacia quienes pueden compartir condición con las que los parieron.

Los hijos de inmigrantes no son extranjeros donde nacen porque ni la emigración es un paseo, ni es temporal y, por lo tanto, los niños se hacen donde pacen: en las escuelas y los barrios de la República, en su cultura y su idioma. Establecer un apartheid administrativo para ellos es empujarlos a tierra de nadie, convertirlos en apátridas sin nación alguna que los reconozca como propios. Y en esa situación de vacío, ¿quiénes creen que van a intentar capitalizar su desarraigo? Pues cualquier fuerza que abandere la identidad comunitaria como única pertenencia segura. Ya en su día tuvimos el deplorable (y racista) movimiento de los Indígenas de la República que defendía la separación del orden democrático de los racisée. Pero más peligrosos son quienes ni siquiera aspiran a tener representación política porque su proyecto está por encima de las leyes del hombre. Los fundamentalistas hace tiempo que pescan en las aguas revueltas de la exclusión social para que los expulsados se sumen a una nación poderosa que no les promete libertad, igualdad y fraternidad sino un paraíso de vírgenes perpetuas. Los fascistas islamistas deberían votar extrema derecha: con la propuesta del RN de volver a la sangre para establecer la ciudadanía empujará a sus brazos a estos nuevos desheredados de la propia patria.

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