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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un atisbo de esperanza para Gaza

El plan de paz presentado por Biden permitiría un alto el fuego y no ha sido rechazado por las partes

Refugiados palestinos caminan por las ruina de Jan Yunis, en Gaza.
Refugiados palestinos caminan por las ruina de Jan Yunis, en Gaza.MOHAMMED SABER (EFE)
El País

Con todas las reservas necesarias, el plan de paz para Gaza anunciado el viernes por el presidente de EE UU, Joe Biden, constituye la posibilidad más viable hasta el momento para poner fin a la tragedia iniciada en octubre cuando el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ordenó una devastadora ofensiva militar que ya ha costado la vida a más de 36.000 personas, más unos 75.000 heridos y cientos de miles de refugiados en respuesta al brutal atentado de Hamás en Israel. La propuesta, inicialmente israelí pero negociada con EE UU, Egipto y Qatar y presentada por Biden en Washington, ha sido bien recibida por la ONU y la UE y no ha encontrado el rechazo inicial de la milicia islamista. Se trata por tanto de una oportunidad única para acabar con el injustificable castigo colectivo de los dos millones de palestinos de la Franja y para que los rehenes israelíes en manos de Hamás puedan regresar vivos a sus hogares.

La hoja de ruta establece tres fases que comenzarían con un alto el fuego inmediato de seis semanas y la liberación de parte de los rehenes. Durante ese tiempo se irían negociando detalles de las otras dos fases. El resultado final sería el cese definitivo de la ofensiva militar sobre la Franja, la entrada inmediata de ayuda humanitaria, la devolución de los rehenes israelíes, la retirada del Ejército israelí y la reconstrucción de Gaza. Los términos generales del plan permiten encajarlo en los objetivos de ambos bandos.

El alto el fuego es la prioridad absoluta. La invasión israelí a gran escala de Rafah se está ejecutando a pesar de todas las advertencias previas a Netanyahu, también de EE UU, aunque ahora haya matizado su opinión sobre la naturaleza de esta operación. Miles de palestinos han muerto y un millón de personas han huido hacia zonas pretendidamente “seguras”, según Israel, donde en realidad siguen siendo víctimas de las acciones militares. Las condiciones de vida en la Franja se degradan cada día hasta límites nunca vistos. Naciones Unidas denuncia que Israel no permite la distribución segura de la insuficiente ayuda humanitaria, otro incumplimiento flagrante del derecho internacional.

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Netanyahu respondió el sábado que no aceptará un alto el fuego definitivo mientras no cumpla su objetivo de destruir a Hamás como amenaza. Aquí es donde la propuesta entre en el terreno de la interpretación y donde tiene las posibilidades de fracaso —un alto cargo israelí aseguraba esta semana que la guerra durará todo 2024—. Para Biden, la organización ha quedado “devastada” y la recuperación con vida de los rehenes no debería ser en ningún caso un objetivo secundario del primer ministro israelí. El plan es lo bastante ambiguo como para que Netanyahu pueda justificar, al menos, negociarlo. Desde octubre, cualquier atisbo de optimismo sobre el fin de la destrucción de Gaza se ha revelado trágicamente injustificado, pero en estas horas se ha abierto una posibilidad real de avance hacia el imprescindible alto el fuego.

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