Hermanos italianos de Vox
La primera ministra Giorgia Meloni está atrayendo a la derecha tradicional al proyecto reaccionario europeo

Los principales partidos populares, en la previa a las elecciones europeas del próximo 9 de junio, están imponiendo un marco interpretativo en sus respectivas opiniones públicas cuyo objetivo es acabar con un tabú y acelerar un giro estratégico: la normalización de los pactos con la extrema derecha. La primera ministra italiana, Giorgia Meloni, es la figura que está permitiendo legitimar este cambio. “Yo estaría muy atento al planteamiento de Meloni”, afirmó Alberto Núñez Feijóo el jueves en Barcelona; “no tengo información suficiente, pero no me parece homologable a otros partidos que se consideran de extrema derecha en Europa. No me lo parece”. Lo ejemplificaría tanto su política exterior como la actividad comunitaria que ha desarrollado y que ha contado con la creciente complicidad del líder de los populares europeos, Manfred Weber, y de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. No temáis, parecen decir. No temáis porque la revisión involutiva que Meloni proponía de la Unión Europea no se ha producido y esa sería la mejor demostración de que es posible transitar desde el inquietante posfascismo discursivo a un conservadurismo tolerable (sin necesidad de estar muy atentos, eso sí, a las políticas de regresión del Estado de derecho que ya ha desplegado en su país).
En el ranking de las personas más influyentes de Europa que elabora la revista Politico, este 2024 Meloni ocupaba la segunda posición tras Donald Tusk. La votación respondía a una pregunta: “¿Lograrán las fuerzas moderadas de Europa hacer retroceder a las fuerzas en los márgenes que amenazan su control del poder o su búsqueda por mantenerlo hará que los que están en el centro se transformen en los mismos extremistas que buscan vencer?”. Dada la polarización que despuebla el centro y el giro electoral a la derecha que es dominante, en esta disyuntiva estamos. Y la esperanza de los moderados es que los nuevos tradicionalistas, al ejercer responsabilidades de gobierno, se verán obligados a situarse en espacios de superación del populismo porque la institucionalidad, poco o mucho, les forzará a centrarse. Para concretar: como explicaba Federica Mogherini el miércoles también en Barcelona, Meloni sabe que Italia es un gran país de la UE y no puede malbaratar su influencia. Y como así se ha comportado, Von der Leyen ha asumido que deberá contar con ella, le guste o no, para tratar de implementando su agenda, aunque eso implique desacelerar la velocidad de los cambios que quería impulsar. Pero a la hora de la verdad, ¿esa agenda —en esencia, la de la reindustrialización verde— tiene futuro cogobernando populares con reaccionarios?
El lema de campaña de los Fratelli d’Italia es inequívoco: “Con Giorgia l’Italia cambia l’Europa”. El minuto que dura su propaganda no deja un solo tópico sin tocar. Contra la izquierda en Bruselas, la libertad que simboliza una bandera italiana; contra la carne sintética, los productos de la tierra; contra la inmigración ilegal, la lucha contra el tráfico de seres humanos; contra una Europa culturalmente sometida, la defensa de los valores que la han definido a lo largo de la historia en el mundo… Esta es su agenda y sabe que no la puede implementar, pero ha apostado por el gradualismo y tiene claro quiénes son sus asociados para conseguir su objetivo. En España, Vox. Quedó claro en su intervención el sábado pasado en el acto de la ultraderecha. Milei no nos ha dejado ver el bosque. Pero allí estaba el proyecto reaccionario europeo y ella supo galvanizar a un auditorio entregado. “Tuvisteis el coraje de no dejaros influenciar por el pensamiento único dominante. Decidisteis que los valores conservadores siempre serían los pilares de vuestra vida. Habéis elegido luchar por aquello en lo que creéis. Vosotros sois el único futuro posible para Europa”. El problema es que el futuro que promete ya no existe.
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