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Columna
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Llega la campaña política hiperpersonalizada

Los avatares digitales de los candidatos contaminan las elecciones en la India y anticipan una nueva era de la desinformación

Varias mujeres hacían cola el viernes para votar en un colegio electoral en la aldea de Kotputli, en el Estado indio de Rajastán.
Varias mujeres hacían cola el viernes para votar en un colegio electoral en la aldea de Kotputli, en el Estado indio de Rajastán.RAJAT GUPTA (EFE)
Marta Peirano

Las elecciones más grandes del mundo arrancaron este viernes, pero el recuento de votos será el próximo 4 de junio. La India tiene 1.400 millones de habitantes y 968 millones de votantes. Tantos que su fiesta de la democracia dura un mes. Es una república democrática parlamentaria federal; los ciudadanos votan 543 de los 545 escaños de la Cámara baja. El partido que obtenga la mayoría formará Gobierno y nombrará al primer ministro. El presidente elegirá los otros dos escaños que faltan.

El nivel de alfabetización es tan ínfimo que las papeletas no llevan los nombres de los candidatos, sino los símbolos de los partidos. El Partido del Congreso Nacional Indio lleva una mano abierta; el Bharatiya Janata Party lleva un loto. El Partido Socialista tiene una bicicleta. Parecería el siglo XIX si no fuera porque la India tiene más de 830 millones de usuarios conectados a internet, a través de servicios como WhatsApp, Facebook e Instagram. Es el vehículo perfecto para las nuevas campañas personalizadas con inteligencia artificial. Un anticipo de lo que nos espera en el resto del mundo.

Los más convencionales son audios y vídeos de candidatos dirigiéndose personalmente a cada votante por su nombre, usando el dialecto de cada individuo. Es mucho más barato y rápido que ir puerta por puerta o llamando a los hogares con un traductor. Con menos de siete euros y cinco empleados, se puede crear una efectiva campaña en tres días usando solo herramientas como Dall-E, Midjourney, Stable Diffusion y Pika. La clave está en construir un avatar digital.

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El avatar es un doppleganger del candidato, que se fabrica entrenando un modelo generativo de inteligencia artificial con sus intervenciones en los medios de comunicación. Con media hora de vídeo, un modelo puede imitar los gestos y la voz de una persona. Los políticos acumulan años de entrevistas, mítines y comunicados que cualquiera puede encontrar en los archivos de internet. Una vez entrenado, el avatar puede hacer cualquier cosa: enviar mensajes personalizados, chatear con los ciudadanos y aparecer en vídeos falsos besando niños, ayudando a ancianos, salvando gatos de edificios en llamas. Eso, en una campaña blanca. También puede aparecer acosando a secretarias, insultando a ancianos y atropellando gatos con su 4x4 si su avatar está en manos de la oposición.

El material se envía de forma masiva, pero al bolsillo de cada votante, que recibe el mensaje pensando que el candidato conoce su nombre y, por tanto, su situación. Está diseñado para dejar una huella emocional en el ciudadano, pero sin dejar rastro en la vida pública. “Las elecciones eran un tiempo mágico donde se veía todo tipo de actuaciones, todo tipo de teatros que llegaban a tu vecindario porque eso era parte de lo que llamamos el Tamasha electoral, el teatro electoral“ explica Saritha Rai, corresponsal de Bloomberg en India, en la publicación. “Pero cuando miro hoy mi vecindario, apenas hay señales visibles de unas elecciones que se acercan. De hecho, Bangalore, la ciudad en la que me encuentro, va a votar en unos días y no hay absolutamente ningún signo de campaña a gran escala ni de exhibición de material electoral: ni pancartas, ni carteles, no hay nada”. Tenemos que aprender a cubrir una campaña hiperpersonalizada que no se puede monitorizar.

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