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RED DE REDES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Malditas sean las guerras y los canallas

La muerte en Gaza de los trabajadores de la ONG del chef José Andrés desata un ajuste de cuentas con el famoso cocinero

Estado de uno de los vehículos del convoy de la ONG World Central Kitchen alcanzados por el ataque israelí.
Estado de uno de los vehículos del convoy de la ONG World Central Kitchen alcanzados por el ataque israelí.Ahmed Zakot (REUTERS)

Julio Anguita González, quien fue — por orden de importancia—alcalde de Córdoba, secretario general del Partido Comunista de España (PCE) y coordinador general de Izquierda Unida (IU), estaba a punto de participar en un mitin cuando se enteró de que a su hijo, Julio Anguita Parrado, periodista y corresponsal de guerra, lo acababa de matar un misil iraquí durante una incursión del ejército de Estados Unidos en el sur de Bagdad. Fue el 7 de abril de 2003. Al subirse al estrado, en el teatro Federico García Lorca de Getafe, explicó que su hijo estaba allí, en primera línea del frente, porque quería, cumpliendo con su obligación de corresponsal, y luego añadió: “Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”.

Es una de esas frases que se quedan para siempre dormidas en la memoria, hasta que un día, por una foto, una noticia o una frase escuchada aquí o allá, se despiertan. Hace solo unas horas, tras la muerte —¿o habría que escribir asesinato?— de siete trabajadores de la ONG World Central Kitchen (WCK) que repartían comida en Gaza, al presidente Benjamín Netanyahu solo se le ha ocurrido decir: “Esto pasa en la guerra”. Es la frase, pronunciada en el momento más inoportuno, con la sangre de los inocentes todavía caliente, que solo puede elegir uno de esos canallas a los que se refería Anguita aquella tarde de abril en que su hijo acababa de morir tan lejos. Canallas —a propósito de aquella de Irak— que pactan la invasión de países con los pies encima de la mesa, canallas —a propósito de esta de Gaza— que lideran una guerra que, a estas alturas, parece más bien un exterminio. Y también canallas, aunque a pequeña escala, más de andar por casa, los que no son capaces de guardar siquiera unas horas de duelo para ajustar cuentas con el chef José Andrés y, de paso, aumentar su cosecha tuitera.

A mediados del pasado mes de octubre, el cocinero criticó con dureza a Ione Belarra, por entonces ministra de Podemos, por llamar “genocida” al Estado de Israel y, en un largo tuit subido de tono, llegó a decir: “Usted como ministra tiene que reconocer primero que el ataque de Hamás contra civiles es un acto terrorista… (…) Usted no me representa a mí ni a España. No merece ser ministra. El presidente Sánchez debería quitarla de su cargo”. Ahora, tras la muerte de los siete trabajadores de su ONG durante un bombardeo israelí, el conocido cocinero ha publicado el siguiente tuit: “El gobierno israelí debe poner fin a esta matanza indiscriminada. Tiene que dejar de restringir la ayuda humanitaria, dejar de matar a civiles y trabajadores humanitarios y dejar de utilizar los alimentos como arma. No se perderán más vidas inocentes. La paz comienza con nuestra humanidad compartida. Tiene que empezar ahora”.

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Ni un segundo después se ha producido el ajuste de cuentas. Cómo habrá sido el tono, que una usuaria de X, Lidia San José, ha escrito: “He leído que hay quien ve karma en la muerte de los siete colaboradores de José Andrés. Estas personas estaban en Gaza ayudando y es terrible que sean asesinados, al igual que los miles de personas palestinas inocentes. No hay karma, es un genocidio”. Otro tuitero, Pablo Batalla, trata de templar gaitas y, de paso, da con la clave del asunto: “Muy a favor de la ojeriza al pelma de José Andrés, pero vamos a ver si conseguimos que no parezca que nos alegramos de que hayan matado a esos trabajadores de su oenegé porque eso nos permita hacerle un zasca”.

El usuario Luis Gecé responde: “Muy de acuerdo. El tal José Andrés se marcó al comienzo de esto un tuit repulsivo. Pero ahora es el momento de dar las condolencias a los trabajadores voluntarios muertos y de señalar a los responsables de esos asesinatos, no de ajustar cuentas pasadas. El tiempo ya juzga”.

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