_
_
_
_
columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Fundar una micronación

En 2021, Randy Williams compró una parcela en el desierto de California, le puso nombre (Slowjamastan) y se proclamó sultán del recién creado Estado

Cartel a las puertas de Slowjamastan, en una imagen de sus redes sociales.
Cartel a las puertas de Slowjamastan, en una imagen de sus redes sociales.

Recordarán ustedes que en diciembre de 2021 un pinchadiscos llamado Randy Williams fundó una micronación en el desierto de California. Compró una parcela, le puso nombre (Slowjamastan) y se proclamó sultán del recién creado Estado. Entretanto pasan de 15.000 los súbditos que se han registrado como ciudadanos de pleno derecho en la web oficial de la referida micronación, una masa suficiente para un posible referéndum encaminado a afianzar la voluntad de existencia de dicho Estado. Como los llamados a las urnas no tendrían más que ratificar con su voto, sin competencia de opositores, una propuesta procedente de ellos mismos, es improbable que el resultado no colmase su deseo. Para empezar, se cumplen los tres principios básicos de la definición de Estado que Georg Jellinek enunció en su día: territorio, población, Gobierno. A Slowjamastan le faltaría tan sólo satisfacer un cuarto requisito: el reconocimiento de otros Estados, razón por la cual Randy Williams gusta de visitar países en misión diplomática a fin de fotografiarse estrechando la mano de mandatarios y embajadores. Huelga decir que las imágenes son después presentadas en la web de Slowjamastan como actos protocolarios, enderezados al ejercicio aparente del derecho internacional.

Quizá fuera más práctico conformarse con menos y evitar tanto tiquismiquis legalista para fundar un Estado propio, aunque no se entere nadie. Basta con que lo sepa el jefe. Yo mismo, desde anoche, soy presidente vitalicio de una nación diminuta situada donde a nadie le importa, gobernada a mi antojo, con su banderita graciosa, un pasado histórico que ya se me irá ocurriendo y unos habitantes, sin excepción personas creativas y educadas, ignorantes de que los tengo naturalizados en la nacioncita que me honro dirigir. Ellos adquieren de paso identidad y raíces, componente vegetal que suele colmar de orgullo a más de uno.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_