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Columna
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Bilingüismo

Estamos acompañados de palabras que nos abrazan, nos reciben y nos despiden, palabras que conviven ahora en libertad y que nos acercan a la verdad histórica de nuestra tierra

Los diputados de Vox abandonan el Hemiciclo y dejan los auriculares en el escaño de Pedro Sánchez en el pleno del martes.
Los diputados de Vox abandonan el Hemiciclo y dejan los auriculares en el escaño de Pedro Sánchez en el pleno del martes.Samuel Sánchez

El poeta Joan Margarit afirmaba que tenía una lengua materna, el catalán, y una lengua casi materna, el castellano. Educado en la España franquista, vivió la represión contra el catalán y la consigna de estudiar en español. Un policía llegó a pegarle un pescozón para que hablase en cristiano. Pero este idioma es lo único que no pienso devolverle al franquismo, decía Joan, porque después de leer a García Lorca o a Neruda ya es mío. Recuerdo que en México, la noche antes de recibir el Premio Poetas del Mundo Latino, le conté la historia de un poema de Cernuda titulado Niño muerto. Se llamaba José Sobrino, uno de los 3.800 niños vascos que fueron evacuados durante la Guerra Civil, a bordo del transatlántico Habana, desde Bilbao al puerto de Southampton.

Cernuda fue uno de los encargados de cuidarlo. Enfermo grave, le pidió que le leyese un poema. Terminada la lectura, el niño dio las gracias y dijo que se iba a volver a la pared por pudor, porque no quería que nadie viera su cara mientras moría. Luis Cernuda escribió un poema, yo se lo leí a Joan en Aguascalientes, en su lengua casi materna, y me emociona descubrir el mismo sentido del pudor en su libro Animal de bosque, el libro que escribió acompañado de su familia mientras se estaba despidiendo de la vida.

Joan tuvo la suerte de ser bilingüe y de compartir el bien común de sus lenguas maternas no como dos sectas obligadas a enfrentarse, sino como una riqueza a la que no debemos renunciar por culpa de los fanáticos sin pudor que no saben vivir, convivir, morir y renacer con dignidad. Estamos acompañados de palabras que nos abrazan, nos reciben y nos despiden, palabras que conviven ahora en libertad y que nos acercan a la verdad histórica de nuestra tierra. Hay que ser muy soberbio para despreciar una lengua materna.

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