Nuestros prejuicios en la época de bulos y ‘fake news’
Cuestionar los estereotipos es casi una obligación si aspiramos a no excluir a nadie o a no ser excluidos sólo por lo que parecemos o se cree de nosotros
Todos y todas tenemos prejuicios, aunque lo neguemos. Es así, por el simple hecho de que no todos los prejuicios son negativos, hay cosas y personas que tienen la fortuna de que se les atribuyan características positivas sin que se tenga total conocimiento de ellas. En muchos casos, no somos conscientes del momento en que los formamos o cómo adquirimos dichos prejuicios sobre personas y cosas. De hecho, hay muchos que pasan de generación en generación, los adquirimos por lo que hemos visto en la televisión, en películas, en algún momento concreto en las calles o en lo que nos trasmiten personas en cuyo criterio confiamos por alguna razón. Hoy en día, muchos nos llegan a partir de las redes sociales. En general, pocos los adquirimos por experiencia propia.
El problema de los prejuicios es que son ideas, información u opiniones incompletas que, por esa razón, no deberían servir para generalizar ni considerarse válidas y, menos, verdaderas. Sin embargo, contrario a eso, lo que suele pasar es que, si se trata de características personales con las que no nos identificamos, se aceptan por grupos o sociedades con carácter inmutable, convirtiéndose en estereotipos, en estigmas sociales.
Si los prejuicios y estereotipos positivos son un problema porque carecen de total veracidad, los negativos son un gran problema porque, además de esa falta de veracidad, suelen ser la base de conductas discriminatorias. También son el origen de los discursos de odio que se utilizan para señalar y dañar a personas y grupos, para justificar vulneraciones de derechos, para responsabilizar de los problemas que hay en una sociedad.
Al tener esos efectos nuestros prejuicios, parece necesario que debemos detenernos un poco y reflexionar: ¿Por qué tenemos esa opinión o idea? ¿Todas las personas con esa característica son iguales? ¿Qué nos aporta creer eso? ¿Por qué creemos eso si no lo conocemos directamente? Más y especialmente hoy que, por la velocidad y diversidad existente de fuentes de información, no todas confiables, se nos inunda de bulos y noticias falsas que multiplican y amplifican prejuicios y estereotipos en nuestras sociedades.
Pero las preguntas no acaban en lo individual. Ante la gran cantidad de información poco seria que corre principalmente en redes sociales, los medios de comunicación y profesionales de la comunicación y la política deben preguntarse ¿Qué aporta a una información concreta destacar la nacionalidad, color de piel, origen étnico o práctica religiosa de una persona? ¿Por qué creo que esta información es relevante? Porque si no aporta nada más que sumar a un prejuicio o estereotipo, positivo o negativo que se tenga en la sociedad o en lo personal, especialmente de estas características históricamente discriminadas, lo mejor es no convertirlo en información, pues su fuerza es tal que puede servir de base para justificar discriminaciones y discursos de odio.
En esta época de bulos y fake news, cuestionarnos nuestros prejuicios es casi una obligación si queremos sociedades en paz, si aspiramos a no excluir a nadie o a no ser excluidos sólo por lo que parecemos o se cree de nosotros.
Karlos Castilla es Doctor en derecho especializado en migraciones, no discriminación y derechos humanos.
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