Las iluminaciones de Kundera
Una de sus aportaciones más valiosas es la reivindicación de la novela como territorio de libertad, conocimiento, experimentación y juego
Milan Kundera (Brno, entonces Checoslovaquia, 1929-París, 2023) se definía como un novelista y no un escritor. Fue también un maestro: mostró un talento asombroso para describir el totalitarismo y sus absurdos, tenía una mirada perspicaz y burlona sobre la naturaleza humana, creó personajes y escenas inolvidables, y reflexionó con brillantez sobre su oficio y la relación entre la literatura, la música y las ideas. Le debemos ideas fértiles y seductoras que expresaba con frases electrizantes: a veces eran discutibles y en ocasiones irritantes, pero siempre resultaban inspiradoras. Una de sus aportaciones más valiosas es la reivindicación de la novela como territorio de libertad, conocimiento, experimentación y juego: una gran tradición europea que arranca con Rabelais y Cervantes, prosigue en la novela inglesa del siglo XVIII y en particular Tristram Shandy, continúa en la novela realista y se reinventa conquistando nuevos espacios en la época del modernismo y enriqueciéndose más tarde con los autores del boom o de la literatura poscolonial. La novela tiene entre sus herramientas básicas el humor y la suspensión del juicio moral; examina los grandes temas a través de egos experimentales.
La broma contiene una de las descripciones del totalitarismo más poderosas y desasosegantes que recuerdo; Kundera señalaba los peligros de entender el arte como un vehículo para educar al pueblo y mostró que el infierno ya está contenido en el sueño del paraíso. Reivindicaba la idea de Europa Central, la pertenencia de Checoslovaquia a la cultura europea, y criticaba una mirada “orientalista” hacia los países sometidos por el comunismo. Sus novelas integraban la filosofía (microensayos sobre el eterno retorno; la paradoja matemática de la nostalgia, más presente en la primera juventud; el exilio y La Odisea) con una conciencia formal rigurosa y lúdica al mismo tiempo. Tenía un sentido musical de la composición y una puesta en escena que a veces se acercaba al cine o al vodevil. Retrataba maravillosamente el deseo, la seducción y sus frustraciones: era heredero de Kafka y Musil, de Europa Central y las catástrofes del siglo XX, pero también de Diderot y los libertinos. Sus observaciones sobre el kitsch, los agelastas, la relación entre la obscenidad y la lengua materna o los peligros de las metáforas son imperecederas. Podríamos tener la tentación de encerrarlo en su momento, pero su obra sigue repleta de iluminaciones. @gascondaniel
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