Un ‘Cavaliere’ y dos bolsos
Lo que hemos empezado a hacer por fin contra el racismo se ve que no estamos listos para hacerlo contra la homofobia, que las intolerancias las vamos descubriendo poco a poco y por capítulos
Al morir Silvio Berlusconi pensé, como tantos más, en Paolo Sorrentino, porque hay personajes de un hiperrealismo tan extremo que solo es posible acercarse a ellos con los ojos de la ficción: por eso Sorrentino ayudó a que nos hiciéramos una idea del personaje que fue empresario y publicista y político hasta que lo fue todo, momento en que se supo invencible, condición principal de Berlusconi. Por algo los poderosos de verdad no aspiran a la influencia ni al dinero, ni siquiera a una Champions; aspiran a algo distinto y mejor: la impunidad, que es la inmortalidad en vida. Hasta que te mueres. A Berlusconi, al que sus seguidores seguían llamando Il Cavaliere, le ha llegado el momento de someterse al juicio de la Historia sin que ninguno de los juicios precedentes, tan terrenales, deshiciesen el halo que construyó sobre sí mismo.
A su muerte, empezaron a recuperarse pasajes y vídeos con sus desmanes, sus tratos sospechosos, sus desplantes y frases machistas —”haré llegar al vestuario un autobús lleno de prostitutas”— o las fiestas bunga bunga. “Bunga bunga para todos”, prometió al final de una época en la que él se reía y a muchos les hacía gracia. Suelen ser esos que luego se preguntan tanto por los límites del humor de los demás.
Al ver aquello, pasado pero tan reciente, me volvió a la cabeza una expresión de la que he hablado antes por razones distintas y que siempre se me aparece de una: cómoesposible. Cómoesposible que un tipo así, que inauguró una manera de hacer en la política y en el poder, preservara tanto tiempo su magnetismo, que llegara a conservarlo para ser todavía determinante en el Gobierno que hoy comparten la ultraderecha y la derecha en Italia. Esta no era una de esas preguntas sobre cómo consentíamos hasta hace poco cosas que ya no ocurren. Esta era la pregunta inversa, acerca de cuántos de los excesos sobre los que edificó Berlusconi su éxito no auparían o aúpan aún a cualquiera de sus imitadores.
Coincidió —es siempre un misterio: lo que es coincidencia y lo que es casualidad— que estos días volvieron noticia a dos futbolistas del Betis por posar en una foto con dos bolsos. Insistamos: les volvieron noticia por ponerse un bolso. Un medio —un medio de comunicación de 2023— llegó a escribir que eran dos polémicos bolsos. En redes, algunos empezaron a insultar a los jugadores. Les llamaron maricones, que son esas cosas que se oyen todavía en algunos estadios pero por las que no se paran partidos de fútbol en España. Lo que hemos empezado a hacer por fin contra el racismo se ve que no estamos listos para hacerlo contra la homofobia, que las intolerancias las vamos descubriendo poco a poco y por capítulos: exige un gran esfuerzo, a veces, ver lo más obvio.
Fueron ellos, los futbolistas Borja Iglesias y Aitor Ruibal, los que tuvieron que salir en redes a denunciar lo que sigue pasando. Que hay quien les llama provocadores, a ellos, por llevar un bolso. Y todos los cómoesposible que me fui a plantear sobre el auge y el poder de Berlusconi se me empezaron a quedar pequeños cuando, antes de juzgar lo de fuera, caí en la cuenta de las asombrosas costumbres que nos quedan tan a mano y que, de tan usadas y a las vista, decidimos ignorar. Hasta que dentro de poco nos dé por mirar atrás y nos asalte la vergüenza.
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