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Columna
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Es muy relevante mostrar a personas dando alaridos, recién impactadas por el horror, en nombre de “Estamos haciendo nuestro trabajo, tenemos que mostrarlo”

Los jugadores de River y su entrenador, Martin Demichelis, tras la suspensión del encuentro el 3 de junio.
Los jugadores de River y su entrenador, Martin Demichelis, tras la suspensión del encuentro el 3 de junio.ALEJANDRO PAGNI (AFP)
Leila Guerriero

El sábado 3 de junio, el partido entre River Plate y Defensa y Justicia que se disputaba en el estadio Monumental de Buenos Aires se suspendió a los 27 minutos por la muerte de un hincha de River que murió al caer desde una tribuna (se investiga si fue accidente o suicidio). Su nombre era Pablo Serrano, 53 años. Había ido con amigos y su hija, que estaban en otro sector de la cancha. El sitio fue evacuado. Ignorando la identidad del hincha, hija y amigos regresaron al ómnibus que los trasladaba. Para entonces, varios medios transmitían la noticia desde las inmediaciones, aunque se desconocía el nombre del fallecido. Al rato, sin novedades de Serrano, hija y amigos volvieron a buscarlo a las puertas del estadio y se enteraron de que el muerto era él. Hubo llantos, alaridos, la hija se desplomó. Periodistas y camarógrafos se acercaron en cardumen. Los amigos de Serrano, conmocionados, los empujaron, los insultaron. Los títulos de las pantallas cambiaron de “Tragedia en River” a “Los familiares agreden a nuestro equipo”. Los periodistas bramaban indignados: “Uno entiende el impacto, pero nos están agrediendo y nosotros solo estamos haciendo nuestro trabajo, no podemos dejar de mostrarlo”. Sí. Es muy relevante mostrar a personas dando alaridos, recién impactadas por el horror, en nombre de “Estamos haciendo nuestro trabajo, tenemos que mostrarlo”. Décadas atrás, el edificio de las bodegas Giol, en Buenos Aires, estaba tomado. Ante un intento de desalojo por parte de la policía, un periodista joven, Juan Miceli, fue allí con un camarógrafo. Uno de los hombres que ocupaba la bodega, y a quien Miceli estaba entrevistando, tomó una botella rota, se la apoyó en el brazo y amenazó con cortarse las venas en vivo si lo desalojaban. Entonces Miceli le dijo al camarógrafo: “Apagá la cámara”. Y al camarógrafo la apagó. Hoy Miceli se dedica a la jardinería. Es un oficio noble. El periodismo también lo es. ¿Lo era?

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Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

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