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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Asfixia palestina en Jerusalén

Las medidas de Israel para controlar unilateralmente el estatus y las fronteras de la ciudad, que muestra un informe desvelado por EL PAÍS, exigen una reacción política internacional

Un miembro de la guardia fronteriza israelí increpa a un palestino, en Jerusalén, cerca de la puerta de Damasco
Policías israelíes increpan a un joven palestino en la ciudad vieja de Jerusalén, el 18 de mayo.AMMAR AWAD (REUTERS)
El País

El informe confidencial sobre Jerusalén de los representantes diplomáticos de la UE ante la Autoridad Palestina, publicado este martes por EL PAÍS, revela de forma muy explícita la programación de una política de asfixia civil de Israel sobre la población palestina durante 2022. No contiene nada secreto ni cambio alguno de tendencia con respecto al pasado, lo cual agrava todavía más el significado de un documento que registra las medidas dirigidas a profundizar el control sobre la parte de la ciudad que Israel ocupa desde la Guerra de los Seis Días de 1967 y que tiene un destacado valor cultural y simbólico para millones de creyentes en el mundo de las tres principales religiones monoteístas.

En la que Israel considera su capital “única e indivisible”, el 40% de la población es palestina, pero sus barrios solo reciben el 15% del presupuesto municipal. Es solo una muestra del carácter estructural de la distancia que separa la grandilocuencia de los discursos israelíes sobre Jerusalén y la realidad que experimentan sus residentes palestinos desde hace más de medio siglo. La traducción práctica de ese dato es categórica y no tiene solo dimensión económica: crecimiento continuado de los arrestos y operaciones de las fuerzas de seguridad israelíes, demoliciones de hogares, prácticas discriminatorias, expansión de asentamientos. El documento detalla desde la confidencialidad una realidad que no siempre se traslada a los discursos públicos, en los que pesan otros condicionantes geoestratégicos.

No se vislumbra hoy un horizonte de paz e Israel sigue su rumbo hacia la derechización y los discursos excluyentes de forma cada vez más intransigente. Son dos los más peligrosos para el futuro: la creciente fortaleza de los movimientos que promueven el rezo judío en la Explanada de las Mezquitas, e incluso su destrucción, y el uso para objetivos políticos de algo tan aparentemente inocuo como la arqueología y el turismo.

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El actual Gobierno de Israel, el más derechista de la historia del Estado judío, tomó posesión tres días antes del fin de 2022, y acabó con una coalición con Naftali Bennett y Yair Lapid (hoy abanderado de las protestas contra la reforma judicial de Benjamin Netanyahu). Es importante que el árbol del Ejecutivo de turno ultraderechista no impida ver el bosque de tendencias de fondo que no son solo coyunturales. Por muy lejos que parezca hoy una solución negociada al conflicto de Oriente Próximo, documentos como este no pueden servir año tras año solo para dar cuenta de nuevas dosis de injusticia y sufrimiento, como si lo evitable fuese inevitable. La exigencia que formulan los autores ante Bruselas y las cancillerías de una “oposición inequívoca” a esos planes e iniciativas legales para alterar unilateralmente el estatus y las fronteras de la ciudad no deberían quedar en una mera protesta retórica y apenas testimonial.

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