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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Volantazo en Chile

La victoria de la ultraderecha dificulta gravemente una renovación profunda de la Constitución de Pinochet

El presidente de Chile, Gabriel Boric, abraza a una partidaria después de que la derecha haya ganado el referéndum para la nueva asamblea constituyente.
El presidente de Chile, Gabriel Boric, abraza a una partidaria después de que la derecha haya ganado el referéndum para la nueva asamblea constituyente.esteban félix (AP)
El País

Las elecciones del domingo en Chile han dado la vuelta al escenario político, justo el año en que el país conmemorará los 50 años del golpe de Estado del dictador Augusto Pinochet en 1973. El Partido Republicano de la extrema derecha ha obtenido un triunfo rotundo en la elección del Consejo que deberá a partir del 7 de junio redactar la propuesta de Constitución que supere la emanada de la dictadura, redactada en 1980, y sometida a 63 reformas en democracia. La formación de José Antonio Kast, el candidato que perdió en segunda vuelta frente al presidente Gabriel Boric, ha batido un récord al transformarse en el partido político más votado en unas elecciones desde 1990, cuando Pinochet dejó el poder, con cerca de tres millones y medio de votos en unos comicios de carácter obligatorio. Las grandes masas de electores, que no han votado tradicionalmente, han salido a ejercer su derecho en favor de una fuerza política nueva, que ha crecido gracias a un discurso basado en el orden, el control de la inmigración y la defensa de la patria: el engrudo clásico del nacionalpopulismo de la extrema derecha. El resultado ha conducido al partido de Kast hasta los 23 escaños, casi la mitad del Consejo.

Chile ha vivido este domingo una cruel paradoja: quienes se negaron durante décadas a la posibilidad de un cambio constitucional tienen hoy todo el espacio imaginable para escribir la nueva propuesta que será sometida a plebiscito el próximo diciembre. Junto a la derecha tradicional, que ha quedado disminuida y tensionada frente a la marea del Partido Republicano, consiguen hasta 34 escaños. Este número de representantes, en un órgano de 50 asientos, les permite proponer, modificar y aprobar las normas que deseen porque sobrepasan holgadamente los tres quintos de quórum. Con esta alta representación, las derechas podrían incluso rechazar las propuestas de mejora que un equipo de expertos haga al texto del Consejo Constitucional, la última instancia de actuación en el órgano. Es de esperar que en ellos prime la cordura y la voluntad de acuerdo, principios básicos para sacar adelante una Constitución y evitar el fiasco que padeció el anterior proyecto, rechazado por una amplia mayoría (62%) el año pasado.

El Gobierno de Boric, las izquierdas y el progresismo han sufrido una derrota contundente. La lista oficialista se ha quedado apenas con 16 escaños en el consejo, con lo que ni siquiera tendrá los dos quintos que otorgan poder de veto en la elaboración de la nueva Constitución. El centroizquierda, prácticamente, ha desaparecido. Pero ante este viraje histórico, en Chile todavía no se escuchan autocríticas profundas de parte del progresismo. El resultado traduce el efecto de haber dejado un amplio espacio vacío por parte de las fuerzas que dicen representar a los sectores populares y más pobres para que la derecha extrema haya logrado atraer a grandes masas de la población. El Gobierno de Boric intentará mantener firme el timón, como avanzó a EL PAÍS su portavoz, la comunista Camila Vallejo, porque quedan casi tres años de mandato por delante: “El Gobierno de Chile no torcerá su dirección sean cuales sean los resultados”, aseguró pocas horas antes de la elección. Pero el oficialismo chileno, con todas las izquierdas, incluida la moderada y la centrista, deberá realizar un análisis profundo de lo que ha provocado un resultado tan contrario a sus propios propósitos y a quienes llevaron a Gabriel Boric al palacio de La Moneda.

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