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Anatomía de Twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Quieres ‘casito’? Cúrratelo

En 2023, lo de poder seguir en contacto a través de las redes con la gente que quieres se ha convertido en un oxímoron

influencers
Elizabeth Olsen y Aubrey Plaza son dos 'influencers' en 'Ingrid goes West', una comedia satírica sobre la influencia digital.Universal

Cada vez me cuesta más ver lo que cuenta la gente que quiero ver en redes. En Instagram he tirado la toalla. Ya he entendido que, allí, aquello se ha convertido en el escaparate de los horrores por el que dejé Facebook. Que entre tanto anuncio perverso que me invita a sentirme fea, vieja y gorda y vídeos de cachorritos o noticias absurdas de cuentas que no sigo, rara vez me encontraré con una cara conocida de mi día a día. En Twitter, desde que Elon Musk asumió y trucó los mandos, no entiendo casi nada. Cada vez que entro siento que llego con la película empezada y en la sala equivocada. Me pierdo los tuits ingeniosos de mis amigas, ya no me aparecen los reportajes y artículos interesantes a los que antes accedía y he tenido que silenciar a varias cuentas de gente inventada capaz de secuestrar mi atención con más tesón que el de mi madre llamándome para preguntarme ocho cosas distintas a lo largo del día.

En 2023, lo de poder seguir en contacto en redes con la gente que quieres se ha convertido en un oxímoron. Ahora sé que, para ser vista en internet, hay que currárselo mucho. Cada vez más. Ya no basta con subir una foto o poner un link tímido a algo que quieras compartir. El casito hoy en día se trabaja prácticamente como una jornada laboral. Para conseguir visualizaciones; para que te perciba el resto, todo tiene que ser extremadamente habilidoso, perfeccionado para el éxito.

Lo entendí mejor a principios de mes cuando llegué a los consejos de la estratega de contenido digital Rachel Pedersen, que colgó en TikTok una guía para que tus vídeos no se conviertan en un huérfano de Dickens, abandonado y solo en la estepa del algoritmo. Para conseguir alcance, estos son los cuatro pasos que hay que seguir, inmediatamente y sin concesiones, después de colgar algo:

1) Dejar cinco comentarios sobre el contenido de otras personas.

2) Responder a los primeros cinco comentarios que llegan a tu vídeo.

3) Hacer un directo de cinco minutos de multitasking (haz lo que te dé la gana, pero publica un directo).

4) Descansar y no estar pendiente del rendimiento de ese vídeo durante unas horas.

La regla del “comenta cinco veces, haz un directo de cinco minutos” podrá ser útil para community managers, pero para quienes nuestro salario no depende (todavía) de esto, esta lucha encarnizada por la visibilidad más bien provoca una mezcla de pereza y vértigo.

Una sensación similar, sumada al hastío, es la que tiene Ryan Broderick, una de las mentes que más sabe de internet porque fue cronista digital de Buzzfeed cuando la viralidad parecía lógica. Molesto por la escasa atención que recibían sus tuits enlazados a sus artículos, decidió echarle un pulso al algoritmo de Twitter para averiguar qué nos hace virales en 2023. Su teoría es la siguiente: como la pestaña “Para ti” ya no es cronológica, los tuits virales ya no pueden ser tan específicos como solían ser. Deberían ser atemporales, y ayuda si citan algún tuit que ya se está volviendo viral. ¿Cómo consiguió 8.000 retuits y millones de visualizaciones? No fue con ninguna de sus reflexiones de su newsletter. Movido por su instinto, decidió citar un clip de una película de Marvel que estaba ganando tracción. Dio en el clavo. Mientras dormía, el tuit se disparó. “Ahora entiendo cómo funciona Twitter. Honestamente, es bastante triste”, sentenció. Y el resto asentimos a lo que dice, mientras seguimos haciendo scroll, bostezando por lo mediocre y extraña que se está volviendo, ahí dentro, la conversación.

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