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tribuna
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El Partido Democrático y la batalla por la hegemonía

El reto vital para Elly Schlein, la nueva líder de la formación, es el de actualizar la cultura política de la izquierda italiana, alineándola con las experiencias más avanzadas de la socialdemocracia europea y de los socialistas democráticos de EE UU

La nueva líder del Partido Democrático italiano, Elly Schlein.
La nueva líder del Partido Democrático italiano, Elly Schlein.MASSIMO PERCOSSI (EFE)

La izquierda italiana celebra, con razón, la elección de Elly Schlein como secretaria del Partido Democrático. Tras una dura derrota en las últimas elecciones políticas, y una fuerte caída de los consensos, causada en gran medida por la incapacidad de los secretarios que sucedieron a Matteo Renzi de hacer una clara elección de campo en el que jugar, situando al PD en línea con aquellos partidos socialistas, como el PSOE, que han dejado atrás la Tercera Vía y el neoliberalismo, hay buenas noticias. La nueva líder, en efecto, se presentó como la voz de la izquierda, mortificada por años de decepciones, y fue recompensada por un amplísimo consenso entre quienes fueron a votar.

¿Todo va bien, entonces? No del todo. Como spectateur engagé de los atormentados asuntos de la izquierda italiana, recomiendo prudencia. Este éxito es el resultado de un engorroso y políticamente objetable mecanismo para elegir al líder del partido, diseñado para contrarrestar el peso de los votantes inscritos (que habían votado mayoritariamente al candidato percibido como más moderado, el presidente de la región de Emilia Romagna Stefano Bonaccini) con el de los ciudadanos que se inscribieron para participar en la segunda fase del proceso de votación. Estas personas podrían ser simpatizantes, o futuros votantes, del PD. Sin embargo, en realidad no existe ningún filtro real, salvo el pago de una pequeña cuota para contribuir a los gastos. Por lo tanto, no se puede excluir que sean militantes de otras fuerzas políticas, o que hayan sido reclutados por otros interesados en influir en el voto. No hay razón para pensar que el éxito de Schlein sea el resultado de tal contaminación, pero el problema de fondo de los gazebo, como se denomina en la jerga periodística a los lugares donde se vota en las primarias, sigue existiendo. Nunca ha sido realmente cuestionado por la dirección del partido, probablemente porque, desde el principio, las “primarias” se concibieron sobre el supuesto tácito de que la movilización de la opinión pública “progresista” era necesaria para reprimir los instintos “conservadores” del aparato. Una visión que nació en la época en que una parte sustancial de los cuadros del partido aún procedía del antiguo PCI, pero que hoy está completamente alejada de la realidad.

En Italia, a menudo se hace referencia a los laboristas, casi siempre de forma instrumental. Pues bien, si hay una lección que el PD debería aprender del partido británico, es que un mecanismo que enfrenta a “afiliados” y “opinión pública” es potencialmente desestabilizador. Cuando ambos componentes no están alineados, como ha ocurrido en los últimos años, lo que ocurre no es que la opinión pública “ilustrada” tome la delantera, azuzando al aparato conservador. Al contrario, se abre un surco y se desencadena una dinámica de conflicto que puede resultar destructiva.

Así pues, un reto al que se enfrenta Elly Schlein es el del partido. Unirlo, pero no del modo en que los señores de la guerra de un país desgarrado por la guerra civil se reúnen para concluir una tregua (tomando prestada la imagen utilizada por el politólogo de la Universidad de Oxford Andrea Ruggeri). Hay que volver a unir la cabeza y el corazón, el aparato y los votantes. Ganar este reto no será fácil. Elly Schlein tendrá que protegerse de adversarios externos e internos. Muchos de los cuales ya están pensando en cómo meterla en problemas. Ya hemos visto un anticipo de ello en algunos de los comentarios publicados en los principales periódicos italianos tras la votación. De hecho, gran parte de la prensa de mi país lleva años dedicando un espacio desproporcionado a las opiniones de un grupo de periodistas y políticos que defienden contra toda evidencia la perspectiva de la Tercera Vía, hoy superada en todas partes. Incluso en Reino Unido, donde el Keir Starmer que tanto gusta hoy a los liberales italianos no retoma en absoluto la Tercera Vía de Blair, sino que intenta atraer a los votantes de derechas centrándose en los temas de una cultura conservadora cuya hegemonía acepta: la ley y el orden y la disciplina presupuestaria.

Esto nos lleva al segundo reto vital para Elly Schlein. El de actualizar la cultura política de la izquierda italiana, alineándola con las experiencias más avanzadas de la socialdemocracia europea y de los socialistas democráticos de EE UU. Uno de los pecados originales del PD, hijo de una concepción neoliberal de la política, es el de pensar que la elaboración de las políticas y la actualización de los principios pueden externalizarse. La cultura política como el catering. Que se puede subcontratar a partidos o individuos que ofrecen sus servicios a bajo precio. Esto ha hecho que la izquierda esté cada vez más subordinada a intereses privados, que a menudo no salen a la luz, y ha hecho que el PD sea cada vez más ajeno a los valores de la socialdemocracia. Hacer política con eficacia en la izquierda requiere una infraestructura intelectual estable, autónoma de la secretaría política, pero fiel a la vocación de un partido que debe tener el mismo respeto en su bandera. Ante las urnas, el nuevo PD de Elly Schlein tendrá que ganar la batalla por la hegemonía.

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