_
_
_
_
LA BRÚJULA EUROPEA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vidas sin luz: demasiada Europa deprimida, ansiosa y pesimista

Tras el golpe de la pandemia, la pérdida de poder adquisitivo se perfila como nuevo factor de desestabilización de la salud mental

Una mujer retira cinta adhesiva colocada en una ventana de su piso, iluminado por generadores, ayer en Kiev.
Una mujer retira cinta adhesiva colocada en una ventana de su piso, iluminado por generadores, ayer en Kiev.SERGEY DOLZHENKO (EFE)
Andrea Rizzi

Europa vive los días con menos luz del año. La oscuridad domina, el frío avanza, y a la ciudadanía ucrania le toca afrontar eso sin electricidad por los bombardeos con los que Vladímir Putin busca quebrar a la población civil. En la UE, los ciudadanos no están sometidos a circunstancias tan dramáticas, pero esto no impide que sean muchos, demasiados, aquellos que, al mirar los cielos encapotados color metal y ceniza de estos días, tengan la sensación de que son espejos. Depresión, ansiedad y pesimismo corroen por dentro a muchos europeos. Datos previos a la pandemia situaban en alrededor del 7% la parte de la población que sufría depresión crónica. Abundan los estudios que señalan que los trastornos mentales se han disparado durante la fase pandémica. ¿Qué está ocurriendo ahora?

Dos estudios publicados esta semana aportan nuevos elementos para desarrollar la reflexión sobre una plaga que, afortunadamente, ha atraído una creciente atención político-mediática, pero acerca de la cual es preciso seguir alertando hasta que se afiancen respuestas públicas mucho más eficaces del estado actual. El primero es Salud en una mirada: Europa 2022, una cooperación de la OCDE y la UE, que sistematiza un amplio número de indicadores recopilados por instituciones nacionales; el segundo, Vivir, trabajar y covid-19 en la UE y diez países vecinos, elaborado por la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo y la Fundación Europea de Formación, dos organismos de la UE, es una encuesta con un muestreo de unos 39.000 ciudadanos europeos y unos 18.000 de los países vecinos.

El primer estudio incide mucho en las afecciones mentales del segmento juvenil, con los casos de depresión que se dispararon a más del doble con el estallido de la pandemia en muchos países, y los de ansiedad casi se duplicaron. “Un conjunto limitado de datos nacionales sugiere que la salud mental de los jóvenes ha registrado una leve mejoría en la primera mitad de 2022″, indica el documento. En cuanto a los adultos, también se detecta una mejoría con respecto a los picos de 2020 y 2021, pero permaneciendo en niveles superiores a los prepandémicos. El estrés vinculado a la crisis de la covid se va evaporando, pero el informe señala la subida del coste de la vida y la guerra en Ucrania como nuevos elementos desestabilizadores.

El segundo estudio ofrece potentes indicios de vinculación entre el estado de salud general, y en concreto el mental, y el poder adquisitivo de las personas. Un 12% de los encuestados en la UE reporta un mal estado de salud. Esta cifra llega al 22% en los hogares con dificultades para llegar a fin de mes, y se queda en un 5% en los más prósperos. Igual que la salud en general, el riesgo de depresión también está muy vinculado a las condiciones económicas, comentan los autores a partir de los datos recopilados. El informe también incluye un dato revelador: los encuestados de la UE son más pesimistas sobre el futuro que los de los vecinos, que no disfrutan del mismo nivel de desarrollo (Albania, Georgia, Jordania, Kosovo, Líbano, Moldavia, Marruecos, Macedonia del Norte, Palestina y Túnez). Algo va mal. Subestimar el impacto de la pandemia, primero, y de la pérdida de poder adquisitivo, después, porque no conviene por motivos políticos sería un grave error.

Los problemas mentales no son exclusivos de las clases menos prósperas. Abundan, desgraciadamente, los casos de jóvenes sin carencias materiales y, sin embargo, deprimidos por cortocircuitos relacionales, falta de autoestima, el nefasto peso cuantificador de likes y seguidores en redes; o los casos de directivos y super-profesionales con ansiedad, que siguen en sus puestos porque no se resisten a seguir engrosando el ego y la cuenta bancaria aunque sean infelices tengan que recurrir al lexatin. No obstante, el problema central reside en el segmento poblacional socioeconómicamente más frágil. El coste individual y colectivo de no tratar bien estas afecciones es enorme. Es necesaria una potente respuesta pública de atención sanitaria. También es necesario seguir en la concienciación a escala privada, seguir borrando lo que queda de estigma, mejorar la detección de los síntomas. Entender a tiempo el significado de ciertos síntomas en uno mismo o en el entorno y reaccionar pronto, antes de que degeneren, es clave en la salud individual así como en la de la vida pública.

Esta época no es peor que otras. Al contrario, en muchos sentidos nunca se ha vivido mejor. Pero la misma legítima expectativa de un cierto tipo de vida crea grandes frustraciones en quien no la tiene; entre quienes sí la tienen, son frecuentes los tropiezos en el camino de las enormes posibilidades de proyección personal, en los campos profesionales y sociales, que este tiempo ofrece más que ningún otro. La resistencia del pueblo ucranio encierra muchas lecciones y nos convoca a la acción y al optimismo de lo posible. Pronto llegará el solsticio de invierno, y los días empezarán a alargarse.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_