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LA BRÚJULA EUROPEA
Columna
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La integración militar europea despega con el Futuro Sistema Aéreo de Combate

El desbloqueo del proyecto impulsado por Alemania, Francia y España representa un gran paso hacia adelante

Imagen virtual del futuro avión de combate FCAS.
Imagen virtual del futuro avión de combate FCAS.
Andrea Rizzi

Europa ha dado esta semana un paso de enorme relevancia hacia su integración militar con el despegue del Futuro Sistema Aéreo de Combate, un megaproyecto en el ámbito de la Defensa impulsado por Alemania, Francia y España. Las compañías Airbus y Dassault, que mantenían una prolongada disputa acerca de los respectivos papeles en aspectos cruciales del desarrollo del programa, anunciaron formalmente este jueves el hallazgo de un consenso que desbloquea la crisis, un par de semanas después de que los Gobiernos de Berlín y París dieran un decisivo empujón político en ese sentido. La pista de despegue del FCAS, por sus siglas en inglés, está finalmente despejada.

El proyecto es la mayor iniciativa de cooperación industrial de defensa en la historia europea y supone un auténtico cambio de paradigma. Por el contenido, al suponer el desarrollo no solo de un avión de combate de nueva generación, sino también de una “nube de combate” (un sistema de sistemas que permite la coordinación entre distintos aparatos y dominios), de drones, de tecnologías de baja observabilidad y de sensores (este es un pilar liderado por Indra, socio de referencia del proyecto por parte española). Por el valor político, al afirmar la vinculación de los dos grandes países del continente —Alemania y Francia— en su mayor proyecto militar conjunto. Y por el momento geopolítico en el que se desbloquea, con la UE en plena reorientación estratégica ante el brutal desafío ruso, del que Ucrania sufre las consecuencias más directas, pero que interpela a todo el continente de cara al futuro.

El FCAS, lanzado en 2017 por Macron y Merkel, tiene vocación de complementar, primero, y sustituir, después, los aparatos Raphale (Dassault) y Eurofighter (Airbus y otros) que constituyen ahora parte esencial de la aviación de, respectivamente, Francia por un lado y Alemania y España por otro. El horizonte de entrada en servicio es alrededor de 2040. El proyecto ha sufrido hasta ahora serios problemas por las disputas y los recelos sobre el control de aspectos centrales del mismo. París y Berlín dieron a mediados de noviembre un impulso político para relanzarlo, pero faltaba la fumata bianca a nivel de las empresas. Dada la envergadura del proyecto, no puede descartarse que en el futuro surjan nuevas fricciones, pero el paso actual encarrila el proyecto hacia adelante, hacia la irreversibilidad.

Esto tiene un valor trascendental a escala europea. El proyecto entierra décadas de reticencias francesas a cooperar estrechamente con los alemanes en aspecto militares estratégicos. Ambos países desarrollan además en paralelo un proyecto bilateral para un nuevo modelo de carro de combate. Para España, el FCAS representa el gran activo de participar como protagonista en el desarrollo de sistemas centrales para el futuro de la Defensa. Para los tres socios, constituirá un enorme colágeno, militar, abocando a sus fuerzas armadas a coordinar requerimientos, y habilitando una mayor interoperabilidad de otros sistemas a través del conector de la ‘nube de combate’.

Más allá de los tres socios, el valor es generalizado. Si bien la conformación de brigadas comunes suele atraer la atención en los titulares, el camino hacia la integración de Defensa europea pasa en primer lugar por la convergencia industrial, la constitución de sistemas comunes o al menos interoperables, la afirmación de una autonomía estratégica en la producción de armas. La UE adolece de una extrema fragmentación en el armamento del que disponen las fuerzas armadas de sus países miembros, lo que supone graves problemas de interoperabilidad. A la vez, sufre a nivel industrial por el reducido tamaño de sus empresas del sector. Ninguna de ellas figura entre las 10 mayores del mundo por volumen de ventas, según datos del Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo relacionados a 2020 (seis estadounidenses, tres chinas y una británica; los datos de 2021 se publicarán el lunes).

El FCAS es un salto adelante enorme en estos sentidos, con la constitución de un núcleo armamentístico común fundamental y una convergencia en desarrollos de máximo nivel entre empresas como Dassault, Airbus, Indra (los tres principales referentes industriales) y otras como Thales que estarán involucradas con distintos grados de intensidad.

El desbloqueo también representa una buena noticia en un momento de relaciones muy turbulentas entre Alemania y Francia, con irritación por el lado francés por varias iniciativas alemanas como el ingente fondo de ayuda anticrisis energética que amenaza con distorsionar el mercado común, el proyecto para un sistema de defensa antimisiles con una docena de socios europeos o la visita de Scholz a China.

La construcción europea suele ser lenta, con procesos repletos de problemas que generan muchas frustraciones por el camino. Pero, cuando finalmente despegan, producen cambios profundísimos. Imaginar Alemania y Francia, los dos grandes enemigos históricos, teniendo en común la producción y uso de un mismo sistema de combate aéreo es sin duda uno de esos cambios.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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