Lo de Melilla volverá
Conviene aclarar lo sucedido en junio en la frontera para que se actúe de manera más efectiva, equipada, proporcionada y humanitaria.
Debemos llegar al fondo del drama del 24 de junio en la valla de Melilla. De las responsabilidades, políticas y operativas, jurídicas y morales, externas y propias. Al menos 23 inmigrantes muertos y más de 70 desaparecidos lo reclaman. Más allá del asunto sobre el suelo donde cayesen los cadáveres, España, o sea, los españoles, somos al menos colaboradores necesarios, cómplices objetivos o facilitadores involuntarios del desastre humanitario. Es un asunto del ministro Marlaska, claro, pero también nuestro. De todos y cada uno.
Lo de Melilla se repetirá. Conviene aclarar lo sucedido para que se actúe de manera más efectiva, equipada, proporcionada y humanitaria. Eso no se improvisa. Hay que planificar, negociar, acordar prevención y respuesta, métodos y planes.
Pero incluso aunque el próximo susto sea menos brutal, volverá. Porque el nudo del drama no es meramente fronterizo: eso es lo urgente, la llamarada que prende en noticia. Porque es un enclave imposible. Por muchos factores: el decisivo es geográfico. La valla es el único embudo terrestre de Europa con África. La esclusa donde se aprietan todos los problemas de un continente, su hambre, su éxodo, su desespero.
Por eso el enfoque securitario es insuficiente. Tras la ola de refugiados de 2015 en el Mediterráneo oriental, la Unión fortaleció su vigilancia en fronteras (agencia Frontex). Buscó externalizar el control de los flujos mediante la cooperación internacional con los países de origen (como los subsaharianos) y con los de tránsito (como los magrebíes), una pauta que España había ensayado bien en los años Zapatero-Rubalcaba. Llevamos tiempo, bastantes fracasos y algún resultado.
Pero hasta ayer (Atraer capacidades y talento, Comisión Europea, abril de 2022) los europeos apenas hemos tomado en serio el fomento efectivo de la emigración legal frente a la ilegal, nos bastaba la retórica del desarrollo endógeno, versión vacía. La ecuación es simple. África exporta parados y hambrientos. Europa necesita trabajadores: al menos 50 millones de aquí a 2070. El déficit de titulados de FP dejará sin cubrir 92.500 empleos en España para 2030 (Caixabank-Dualiza, diciembre 2022).
Las recetas legales de esa estrategia están bien tiradas: aligerar trámites y costes del viaje, facilitar la residencia. Pero por encima de lo jurídico falta una pieza clave. ¿Por qué no fundar talleres y centros de FP consorciados con Marruecos, Níger, Senegal o Etiopía... en sus territorios? Hay dinero en el presupuesto europeo (Instrumento de vecindad, Fondo de asilo) disponible para ello. Falta un plan de acción. Proyectos concretos.
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