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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Isabel II, un siglo de monarquía

Durante más de 70 años la reina mantuvo la neutralidad que garantizó la continuidad de la Corona británica

La reina Isabel II, en un retrato oficial tomado en 1953, cuando tenía 27 años.
La reina Isabel II, en un retrato oficial tomado en 1953, cuando tenía 27 años.AFP (AFP)
El País

Con la muerte de Isabel II, el Reino Unido y la comunidad internacional asisten a la desaparición de una figura que ha atravesado desde un lugar privilegiado las grandes etapas de la segunda mitad del siglo XX y casi del primer cuarto del presente siglo. Su larguísimo reinado (cerca de 71 años) ha sido el más longevo de la historia británica, y ha abarcado desde la reordenación global del mundo tras la II Guerra Mundial hasta el desmoronamiento de algunos de sus actores principales como la Unión Soviética. Desde la pérdida del Imperio Británico hasta el papel que debía jugar la monarquía en esa nueva realidad.

Coronada en febrero de 1952 a la edad de 25 años, a Isabel II le tocó presidir la desaparición definitiva del Imperio Británico, que ya había perdido en 1945 bajo el reinado de Jorge VI su territorio más preciado, la India. El Reino Unido pasó en pocas décadas de superpotencia mundial a potencia importante, un cambio aceptado con pragmatismo por la soberana fallecida para quien lo más importante siempre fue, por encima de todo, e incluyendo a su propia familia, la continuidad de la Corona.

También fueron sustanciales los cambios en el interior de su país. En el transcurso de siete décadas conoció a 15 primeros ministros que encontraron a una reina que mantuvo la distancia institucional. El abundante anecdotario sobre sus opiniones privadas forma parte de la recreación más o menos ficcionada pero quedó fuera del alcance de la opinión pública, a excepción, quizá, de una relación cuando menos tirante con Margaret Thatcher. Sufrió en su propia familia el terrorismo del IRA con el asesinato en 1979 de Lord Mountbatten, pero respetó los Acuerdos de Viernes Santo de 1998 y en 2012 estrechó la mano y conversó con el excomandante de esa organización, Martin McGuinness, en su calidad de vice primer ministro de Irlanda del Norte. El exlíder terrorista alabó en público a la reina por su apoyo al proceso de paz y ante el referéndum en 2014 por la independencia de Escocia, Isabel II se declaró “neutral”.

Tal vez los mayores quebraderos de cabeza hayan venido de los avatares familiares y los interiores laberínticos de Windsor. Poco antes de ser coronada, su hermana le anunció que se casaba con alguien que no era de sangre real. Algunos de sus hijos siguieron el mismo camino para escándalo anacrónico de una familia de rígidas tradiciones. Pero sin duda la persona que pudo llegar a desestabilizar de forma más evidente a Isabel II fue la compleja y dolorosa relación de la familia real con Diana de Gales. La fría reacción de la reina ante el fallecimiento hace ahora 25 años de Lady Di evidenció una distancia inédita entre buena parte del país y su reina. Con un alto coste de imagen y mucho tiempo después, Isabel II logró suturar esa herida volviendo a su impávida institucionalidad, pese a los avatares amorosos, financieros y penales que han afectado en los últimos años a sus hijos y nietos. La inverosímil edad a la que llega su hijo Carlos (73 años) y su mujer y reina consorte, Camila de Cornualles, a la transmisión de la Corona hace un poco más enigmática la forma de continuidad que encontrará una institución que vive, precisamente, de su capacidad autosuficiente de garantizarla.

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