Shakira o Piqué, ¿tú de quién eres?
Su ruptura nos permite identificar nuestras necesidades y deseos con uno de los adversarios. Seguimos contando historias de amor porque nos ayudan a entender quiénes somos
“El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”, se lamenta Ilsa Lund en Casablanca al darse cuenta de que la entrada de las tropas alemanas en París se va a interponer entre ella y Rick Blaine. Hay una conexión innegable entre el fin del mundo y la imposibilidad del amor. Por eso, la ruptura de Shakira y Gerard Piqué tiene un valor simbólico que excede al gossip más rancio y hace que la pareja se convierta en el símbolo de un momento y una desolación concretos. Así, entre una y otra bofetada de la actualidad, la separación de estos amantes ha dividido a Twitter y al mundo en dos.
— Antes, todos queríamos a Piqué por Shakira.
— ChellVi (@chellvienderica) August 25, 2022
— Ahora, todos odiamos a Piqué por Shakira.
Me parece perfectísimo.
“Antes, todos queríamos a Piqué por Shakira. Ahora, todos odiamos a Piqué por Shakira”, resume @michellevillae. “Piqué ha cambiado un Ferrari con años y kilómetros por un Dacia Sandero nuevo”, asegura @ElGsule en uno de los muchos (y patéticos) tuits machistas sobre la ruptura. “Piqué es lesbiana”, bromea @voyluness al enterarse de que se habría ido ya a vivir con su nueva novia. La lista es infinita y la pregunta obligatoria: ¿por qué todo el mundo necesita elegir un bando?
Piqué es lesbiana. pic.twitter.com/nTxEKNbjAB
— Voylunes (@voyluness) August 31, 2022
La razón principal es que su ruptura nos permite identificar nuestras necesidades y deseos con uno de los adversarios. Es un hecho: seguimos contando historias de amor porque nos ayudan a entender quiénes somos. Y eso es lo que está expresando la gente en Twitter cuando opina del culebrón Shakira y Piqué: así soy yo en el amor. Porque la ruptura de estos dos fomenta la catarsis con la eficacia de una tragedia griega.
Piqué cambiando un Ferrari con años y kilómetros por un Dacia Sandero nuevo. pic.twitter.com/g964LP153Z
— El_Gsule (@ElGsule) August 29, 2022
Su historia tiene la potencia narrativa suficiente como para recordarnos que en las peores condiciones (Casablanca o nuestro apocalíptico siglo XXI), la vida se mueve y provoca cambios para mejor y para peor dentro de nosotros. Que hasta en el fondo de la rutina y la grisura del año más triste, la vida sigue latiendo. Los elementos de su tragedia son planos y tópicos, es verdad, pero permiten enmarcar su historia en la del relato amoroso clásico. El suyo, como el de Ilsa y Rick, no será un amor colmado. Como tampoco lo fueron el de Gatsby y Daisy o el de Heathcliff y Catherine. En la historia de la literatura no existe de hecho el amor colmado, bien porque se encuentra plagado de obstáculos para consumarse, bien porque está abocado a una ruptura o bien por la mera geometría del deseo que, como se sabe, garantiza el agotamiento.
Sin embargo, lo genial de la historia de Shakira y Piqué es que introduce un cambio de paradigma en la construcción del desamor. Mientras que en el siglo XX los amantes eran separados por realidades absolutas que se imponían a su amor (como la Guerra Mundial, en el caso de Ilsa y Rick), la ruptura de Shakira y Piqué no es otra que la de un matrimonio mal construido: exceso de fama, de acción y de protagonismo por ambas partes. Ellos representan la hecatombe de una unión frágil que debía ser sólida y se convierten así en la antorcha que alumbra el siglo XXI. Si el otro se puede llevar los hijos a la otra punta del mundo es que algo estaba mal desde el principio. Igual que si tu compañero te engañaba mientras prometía lealtad. Tan mal como que Europa entera dependa de un gasoducto ruso. Su ruptura nos recuerda que ya no es la realidad la que imposibilita el amor (o la paz) sino la forma que tenemos de relacionarnos con ella.
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