El trigo y la paz
El acuerdo entre Moscú y Kiev para la salida de cereales es una buena señal si Putin no lo utiliza para debilitar a Ucrania


Rusia y Ucrania alcanzaron el viernes un acuerdo para reanudar la exportación de cereales desde los silos de la costa ucrania del mar Negro, a razón de unos cinco millones de toneladas al mes, a través de unos corredores marítimos garantizados por Turquía y Naciones Unidas. Dos son los documentos firmados en la cumbre celebrada en Estambul, bajo la presidencia de Recep Tayyip Erdogan, uno por cada una de las partes, rusa y ucrania, con los dos garantes, pero sin contacto ni firma alguna entre ambas. Prueba de su fragilidad es su inmediata violación a las 24 horas, con el bombardeo ruso de las instalaciones portuarias de Odesa, uno de los tres puntos de salida del trigo.
A pesar de la incertidumbre sobre su aplicación, es una de las primeras buenas noticias que llega de las llanuras incendiadas por la agresión rusa y a la vez un éxito diplomático para Turquía, cuyo Gobierno conserva buenas relaciones con ambos países y ha intentado desde el primer día organizar conversaciones directas. Erdogan mantiene unos difíciles equilibrios, que le han permitido evitar las sanciones contra Rusia mientras suministraba los drones Bayraktar con los que Ucrania consiguió frenar la invasión. Como socio de la OTAN tiene todavía la llave de la incorporación de Finlandia y Suecia, tras haber dado luz verde inicial a esta nueva ampliación en Madrid, junto al nuevo Concepto Estratégico en el que Rusia es designada como un peligro inmediato para la seguridad de la Alianza.
La consistencia del acuerdo se verá en el momento de su aplicación, dentro de 10 días, si se hace efectiva la llegada de buques de transporte vacíos y su regreso hacia el Mediterráneo ya cargados con trigo ucranio, unas maniobras que requieren una compleja coordinación para asegurar que no son atacados, no tropiezan con las minas colocadas por ambos bandos, ni tampoco transportan armas. Si funciona durante los 120 días prorrogables establecidos en el acuerdo, Ucrania podrá exportar hasta 22 millones de toneladas de cereales y prepararse para seguir con la nueva cosecha, en una operación que significará una valiosa inyección de ingresos para su economía deprimida por la guerra.
Rusia quiere aprovechar el acuerdo en su diplomacia hacia los países del sur global, con vistas a amortiguar su aislamiento. El ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, de gira por varios países africanos, ya se está encargando de expresar su preocupación por las hambrunas y de cargar a Kiev y a Estados Unidos la responsabilidad del bloqueo al trigo ucranio y del minado del mar Negro. Aunque sin relación directa con el acuerdo del trigo, la gira que este martes empieza el presidente francés, Emmanuel Macron, a Camerún, Benin y Guinea-Bisáu subraya también el interés francés y la competencia estratégica con Rusia por parte del país europeo más implicado en el continente africano.
El trigo puede ser un presagio de un alto el fuego y de la paz. El acuerdo ya es un cierto alto el fuego marítimo, aunque Vladímir Putin ha querido indicar con el bombardeo que dependía exclusivamente de su voluntad. La superioridad marítima de Moscú y su derecho de inspección le permiten modular el flujo de cereales en el mar Negro e incluso interrumpirlo, de forma que con la propaganda en una mano y el grifo del suministro en la otra fácilmente puede devenir un instrumento para la estrategia bélica de Putin, y especialmente para colocar a Volodímir Zelenski en una posición de desventaja en la negociación de la paz. Evitarlo estará en manos de los aliados de Ucrania, en la medida en que mantengan su solidaridad con Kiev, su unidad en las sanciones y el suministro al ejército de Ucrania de las armas que le permitan seguir resistiendo a la invasión.
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