_
_
_
_
_
columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tirano admira a tirano

Durante años las democracias occidentales conocían las intenciones criminales de Vladímir Putin, pero en aras del negocio todo era aceptable

El presidente de Rusia, Vladímir Putin.
El presidente de Rusia, Vladímir Putin.Alexei Nikolsky (AP)
David Trueba

La anécdota forma parte de la historia de las relaciones entre el poder político y el arte cinematográfico. Stalin, conocedor del impulso mediático que propiciaban los medios audiovisuales y que dedicaría gran parte de sus esfuerzos al falseamiento de fotografías y testimonios históricos, se reunió con el director de cine Sergei Eisenstein. Admiraba la primera parte de su trilogía sobre Iván el Terrible, pero acababa de ver la continuación y quería comentar algunos detalles. Stalin fue el primero en rescatar a aquel primer zar del olvido y explicó al cineasta que todo gran hombre necesita aplicar una dosis de crueldad a su desempeño y que el error de Iván fue el de no exterminar a las familias más relevantes de su círculo. Como es obvio la segunda parte de Iván el Terrible fue prohibida, la tercera no concluida y no se estrenarían hasta después de la muerte de Stalin y del propio Eisenstein. El análisis psicológico de los líderes nacionales precisa de países con capacidad para estudiar con rigor su pasado y los paréntesis de libertad son demasiado escasos y breves en la historia de las naciones.

Al comienzo de Iván el Terrible, la primera parte, asistimos a la coronación del joven príncipe de Moscú como nuevo zar. Las distintas camarillas que rodean al poder sospechan que el pueblo y los demás países de Europa no van a aceptar este polémico nombramiento. Uno de los asistentes se vuelve hacia otro invitado y concluye: “Si es fuerte, le aceptarán”. En esas estrategias estamos, porque la lección de historia que quiso propinarnos el presidente Putin antes de su ataque sobre Ucrania solo contenía una esencia, la de la fuerza como justificación de cualquier atrocidad. Lo terrible es que durante años las democracias occidentales conocían las intenciones criminales de Putin, pero en aras del negocio todo era aceptable. Ahora, la única capacidad de intervenir en este escenario diabólico es precisamente a través de sanciones comerciales. Putin y su corte utilizaban ese mercadeo en beneficio propio, y seducía a sus ciudadanos con la fascinación por los supuestos tiempos de esplendor de los líderes imperiales, incluido el sanguinario Stalin, y por supuesto aquel Iván el Terrible.

En el año 2014 las autoridades erigieron la primera estatua en homenaje a ese tirano medieval que entre otras lindezas asesinó a su propio hijo. Al acto asistieron todos quienes apoyan a Putin, desde clérigos ortodoxos hasta la banda de moteros fascistas que le festejan con devoción. Los nacionalistas amenazaron a cualquier artista, intelectual o vecino de la ciudad de Oryol, al sur de Moscú, que se opuso al monumento conmemorativo de ese líder que levantó un imperio durante su mandato en la segunda mitad del siglo XVI. Lo que pretende hacer Putin con la historia es algo parecido a la egragópila, esa bola de alimento no digerido que regurgitan algunas aves rapaces, y que contiene pelos, huesos o plumas que no logran digerir. Si separas lo que te conviene de lo incómodo, el relato nacional es un grumo maloliente. Por experiencia propia, los españoles saben que las exaltaciones del pasado histórico estimulan el orgullo, pero también una obcecación sanguínea, irracional y oportunista. Es exactamente la razón por la que Rusia ha apoyado en las dos últimas décadas a partidos que reivindican el autoritarismo desde el interior de las democracias. Tiranos fabrican tiranos.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_