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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Anti-sanchismo

Pedro Sánchez se encuentra hoy en una situación más favorable de la que muchos han venido apuntando, con el camino despejado, por muy tedioso y arduo que resulte, para culminar la legislatura

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez la ministra de Asuntos Económicos y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante la votación de la reforma laboral.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez la ministra de Asuntos Económicos y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante la votación de la reforma laboral.Europa Press
Juan Rodríguez Teruel

Si dejamos de lado el embrollo ético y estético del episodio, el desenlace de la reforma laboral ha resultado muy clarificador sobre hacia dónde transita lo que queda de legislatura. Muchos han subrayado la inestabilidad parlamentaria de la coalición gubernamental. Pero en tiempos de fragmentación ultracrispada, más importante que la fuerza acumulada es cuánta debilidad puede uno conllevar.

Es cierto el desgaste sufrido por la ministra de Trabajo, sobre todo al demostrar su incapacidad para aglutinar la radicalidad a la izquierda del PSOE, más aún de liderarla. Esto podría rebajarle a una posición más igualada con Podemos para negociar el futuro de su relación. Pero también le obliga a preservar, por encima de todo, su presencia dentro del Gobierno, única fuente de legitimidad con la que puede contar realmente si aspira a seguir en el candelero.

Además, se reafirma paradójicamente la mayoría parlamentaria que sostiene esta legislatura, una vez que la crisis de UPN reduce aún más las alternativas viables a ERC (dada la dificultad de unir a Ciudadanos y PNV bajo un mismo acuerdo). A ello contribuye también la debacle que la desobediencia unilateralista ha cosechado en paralelo estos días en el Parlament de Cataluña, y que aligera la presión sobre los de Pere Aragonès.

Pero quizá lo más trascendente, y menos señalado, es la precariedad exhibida una vez más por la oposición, rechazando algo con lo que estaba más de acuerdo que muchos de sus promotores gubernamentales. Precisamente cuando había logrado lo más difícil, promover la indisciplina de voto dentro del foralismo navarro (emulando otros episodios similares, como el ocurrido en octubre de 2008 contra los presupuestos de Zapatero), el liderazgo interno de Pablo Casado queda nuevamente en entredicho, debido a un error no forzado de su entorno cercano. Un nuevo tropezón que podría sumarse, en breve, a unos resultados agridulces en las próximas elecciones autonómicas, si no logra despegarse de la sombra de Vox.

Lo peor para Casado es que no consigue disipar en absoluto el escenario más conveniente para Isabel Díaz Ayuso, cuyo dominio en Madrid contrasta con las dificultades que el partido tendrá para articular mayorías en Andalucía o Castilla y León. Cuanto más se prolongue la legislatura actual, más desproporción pueden alcanzar las expectativas electorales de Ayuso y Casado.

Esta es la concatenación de tramas que, en último extremo, dejan a Pedro Sánchez hoy en una situación más favorable de la que muchos han venido apuntando, con el camino despejado, por muy tedioso y arduo que resulte, para culminar la legislatura.

Y con ello, se hace más patente el verdadero talón de Aquiles del presidente hoy: una aversión creciente entre quienes no le votan, que se reafirma con cada una de sus victorias, a las que suele llegar más por fatalidad que por autoridad. El reverso de su afortunada capacidad de resistencia es un anti-sanchismo difuso, precipitado desde columnas y redes sociales a buena parte del espectro electoral.

En un contexto de declive de las lealtades de partido, las identidades políticas negativas podrían ayudar a decantar miles de votantes abstencionistas o decepcionados en las próximas elecciones. Un estudio reciente de Ariel Becerra y Cristóbal Rovira Kaltwasser para la Fundación Ebert en Chile refleja cómo la aversión entre bloques y liderazgos, a izquierda y derecha, puede convertirse en determinantes para la movilización. Quizá resida ahí la clave de los intentos frustrados de Sánchez por recuperar el voto moderado que se fue a Ciudadanos y que la fragilidad de Casado podría arrojar al granero de Vox.

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