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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Boris Johnson y la decencia

Numerosos episodios proyectan dudas sobre la interpretación de la función gubernamental por parte de Downing Street

Boris Johnson editorial
El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, el pasado miércoles en una rueda de prensa en Downing Street.POOL (Reuters)
El País

La prensa británica ha publicado convincentes indicios de que en vísperas de las Navidades del año pasado se celebraron varias fiestas en instalaciones gubernamentales vulnerando las restricciones que el propio Ejecutivo había activado a causa de la enésima ola de covid. La mera imagen de funcionarios, asesores o políticos concediéndose un ameno rato social en Downing Street mientras millones de ciudadanos cumplían con sacrificio las normativas es suficiente para causar indignación. Tristemente, hay más.

Por un lado, ha aflorado un bochornoso vídeo en el que los entonces responsables de comunicación de la Presidencia del Gobierno, sustancialmente, se ríen de lo ocurrido, durante un ensayo de conferencia de prensa. Por el otro, mucho más grave aún, debe constatarse que Downing Street reaccionó asegurando con ligereza que no se había celebrado ninguna fiesta y que no se violaron las normas.

No es el único caso. El gubernamental Partido Conservador ha sido multado por la Comisión Electoral por no haber declarado adecuadamente la canalización de donaciones para sufragar gastos de reforma del apartamento de Boris Johnson en Downing Street. Una investigación interna libró a Johnson de responsabilidades, concluyendo que no estaba al tanto de los detalles del esquema. Sin embargo, la semana pasada, un informe de la Comisión Electoral reveló un wasap con el que el primer ministro pedía más financiación al multimillonario tory que sufragó las reformas.

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La acumulación de casos de dudosa pulcritud por parte del Gobierno de Johnson empieza a ser realmente notable. Entre los más recientes cabe destacar otro, el asunto Paterson, diputado conservador hasta hace poco. El organismo de vigilancia del comportamiento de los parlamentarios ha acusado a Paterson de un “indignante caso de cobro por la defensa de intereses privados”. Cobraba de empresas privadas y defendía los intereses de las mismas ante entidades gubernamentales aprovechando su posición como diputado. Ante la sanción que el organismo quería imponer a Paterson, Johnson optó por instar a su mayoría parlamentaria a respaldar una enmienda para cambiar las reglas de funcionamiento del mismo y suspender la condena. La enmienda fue aprobada con votos tories. Ante el escándalo generalizado dieron marcha atrás poco después, Paterson dimitió y Johnson tuvo que admitir que su acción fue “un error total”.

La democracia, el principio de representación popular que le es inherente, reclama a los líderes políticos no solo el escrupuloso respeto de las normas, sino una irreprochable actitud de lealtad hacia la ciudadanía que va más allá de los códigos penales o civiles. Esto significa, entre otras cosas, evitar un uso torticero de la posición de poder.

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