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COLUMNA
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La izquierda erizada

La izquierdas y las derechas estatales están prácticamente empatadas en votos, por eso los partidos son como los erizos en invierno: tienen que estar cerca para darse calor y lo suficientemente lejos para no pincharse

Pleno en el Congreso de los Diputados.
Pleno en el Congreso de los Diputados.
Pablo Simón

El multipartidismo bi-bloque en el que estamos instalados desde 2019 ha generado una dinámica paradójica. Las formaciones clásicas del bipartidismo siguen queriendo ser las más votadas, pero gobernar ya no depende de ellos. Por eso los partidos de cada bloque son como una manada de erizos en invierno: tienen que estar lo suficientemente cerca para darse calor, pero lo suficientemente lejos para no pincharse.

Una cosa que con frecuencia se ignora es que en las elecciones del 10N las izquierdas estatales (PSOE, UP, MP) y las derechas (PP, Cs, Vox) quedaron prácticamente empatadas en votos. Fue el empujón del sistema electoral a la primera fuerza, el PSOE, lo que inclinó la balanza del lado de las primeras. Sin embargo, esta vez podría no ser así.

De un lado, la descomposición de Ciudadanos y la concentración de su voto en el PP puede ayudarle a ser primer partido en muchas provincias pequeñas y medianas. De hecho, con apenas la mitad de los sufragios naranjas sería hegemónico en casi toda Castilla y León y Castilla-La Mancha. Eso le daría una prima clara en escaños gracias al sesgo mayoritario de nuestro sistema.

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Del otro lado, se puede decir, groseramente, que un partido por debajo del 15% de voto a nivel estatal empieza a estar en la banda de peligro. Al revés que nuestro modelo económico, el sistema electoral del Congreso mima más a los partidos medianos y grandes, pero odia a las micro-pymes. Pues bien, mientras que Vox aguanta en torno al listón según los sondeos, UP ya estuvo el 10N por debajo y podría deslizarse aún más. Y ojo, porque incluso yendo en una plataforma amplia, si no se acerca al umbral del 15% puede ser, en el mejor de los casos, una estrategia inocua, o en el peor, perjudicial si roba votos al PSOE que no se traducen en diputados y ayudan al PP a ser el más votado. De nuevo, el sutil equilibrio del erizo.

Es verdad que la suma de la derecha necesita estar muy cerca de los 176 diputados para poder gobernar pues la izquierda tiene más fácilmente el apoyo de nacionalistas e independentistas. Sin embargo, electoralmente, desde las elecciones de la Comunidad de Madrid, el Partido Popular ha vuelto a ser competitivo y su socio junior, Vox, está más fuerte que el del PSOE. Y todo eso sin siquiera meter en la ecuación a los partidos provinciales que puedan surgir, tan baratos en votos de formar como decisivos pueden ser para gobernar.

Siendo la próxima cita Andalucía, con claros visos de que Moreno Bonilla se consolide y aún empuje más al PP nacional, parecía que la izquierda iba a evitar el ruido interno, sacar políticas concretas adelante y empujar la recuperación económica para cambiar estas malas perspectivas. Ahora bien, quizá todo este análisis parte de un error y es que no estamos ante una manada de erizos sino, otra vez, ante la fábula del escorpión y la rana.

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Sobre la firma

Pablo Simón
(Arnedo, 1985) es profesor de ciencias políticas de la Universidad Carlos III de Madrid. Doctor por la Universitat Pompeu Fabra, ha sido investigador postdoctoral en la Universidad Libre de Bruselas. Está especializado en sistemas de partidos, sistemas electorales, descentralización y participación política de los jóvenes.

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