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Columna
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La ONU y el mundo quedan en ridículo ante Bolsonaro

El ultraderechista se burló de la democracia en un estrado mundial y volvió a casa aclamado por sus seguidores

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, abre la última sesión de la Asamblea General de la ONU, el 21 de septiembre de 2021 en Nueva York.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, abre la última sesión de la Asamblea General de la ONU, el 21 de septiembre de 2021 en Nueva York.EDUARDO MUNOZ (AP)

Al ir a Nueva York e inaugurar la 76ª Asamblea General de la ONU, Jair Bolsonaro copó las noticias internacionales, que lo presentaron como un paria del mundo que comía pizza en la acera porque no estaba vacunado. Estoy en las antípodas de este análisis, compartido por la mayoría de mis colegas. El ultraderechista que gobierna Brasil no ha avergonzado ni al país ni a sí mismo. Es justamente lo contrario. Bolsonaro se burló de la democracia en un estrado mundial, sus mentiras se tradujeron a varias lenguas y volvió a casa aclamado por sus seguidores por atreverse a desafiar a la parte del mundo que desprecia. Al recibir a un presidente que se jacta de no haberse vacunado, la vergüenza la pasan los Estados Unidos de Joe Biden y la Nueva York de Bill de Blasio. Quien pasa vergüenza es, principalmente, la ONU. Bolsonaro desprecia la lucha contra la pandemia con actos y hechos y cruza la frontera americana tan campante. El brasileño también se reirá durante mucho tiempo de la hazaña de abrir la asamblea del organismo internacional difundiendo mentiras.

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No sirve de nada estampar en los telediarios a un Bolsonaro patético, objeto de chistes y caricaturas en la prensa. Bolsonaro entró en EE UU sin haberse vacunado y este es el hecho principal. Tampoco sirve de mucho escribir artículos y análisis que demuestren que mintió en casi todo. Sus seguidores y algunos no seguidores consideran que todo lo que dice la prensa liberal son noticias falsas, y ni siquiera la leen, ven o escuchan. Una parte del planeta, y no solo de Brasil, cree que puede decidir qué es verdad si la mentira le conviene.

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Así es como los dictadores elegidos, como Bolsonaro, destruyen la democracia desde dentro. Si los instrumentos de la democracia son incapaces de impedir que alguien como él hable en la ONU, presencialmente, sin vacunarse, ¿de qué sirven? Si lo único que pueden hacer las instituciones brasileñas son (más) discursos sobre cómo Bolsonaro ridiculiza al país, en lugar de impedir que siga gobernando, ¿de qué sirven? Esta es la vergüenza.

Me gustaría afirmar que esta pesadilla sucede porque la democracia no previó la existencia de criaturas como Bolsonaro, pero sería una ingenuidad. Bolsonaro es producto de las deformaciones de una democracia que no ha llegado a las capas más desamparadas de la población y es producto del cinismo del capitalismo liberal. Bolsonaro está donde está porque las empresas y los gobiernos que las representan siguen ganando dinero y beneficiándose con él. Al hacerles la peineta a quienes se manifestaban contra Bolsonaro, Marcelo Queiroga dijo la mayor verdad de la Asamblea de la ONU. Y ahora el ministro de Sanidad de Brasil descansa en un hotel de lujo de Nueva York tras dar positivo en covid-19 mientras Brasil roza a los 600.000 muertos.

Traducción de Meritxell Almarza


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