Incertidumbre sueca

La moción de censura que el lunes derrotó en Suecia a la coalición socialdemócrata-ecologista encabezada por el primer ministro, Stefan Löfven, va mucho más allá de un trámite parlamentario. Por un lado, es un insólito hito en la historia política del país escandinavo. Pero, además, es un llamativo ejemplo de la gran importancia que tienen las políticas sociales en Europa dentro del convulso panorama económico pospandémico y su decisiva relación con los equilibrios parlamentarios.

Löfven, que alcanzó el poder en 2014 y se reafirmó en la actual legislatura con una investidura en enero de 2019, se hallaba en una situación de minoría en el Parlamento con apoyo exterior de una formación de izquierdas. El lunes vio cómo la mayoría de los diputados le retiraban su confianza por proponer abrir un debate para reformar, liberalizándolo, el mercado regulado del alquiler de viviendas de nueva construcción. Se trata de un modelo levantado en los años setenta, cuando Suecia era el paradigma del Estado de bienestar bajo la dirección del entonces primer ministro Olof Palme, pero que desde hace años está en cuestión. Löfven llevaba en su programa electoral en 2018 la intención de atajar el problema de la vivienda con la construcción de más casas. Para lograr la investidura aceptó el planteamiento liberalizador. Ahora que lo ha puesto sobre la mesa, sus aliados izquierdistas fuera del Gobierno han considerado que se trataba de un ataque a las políticas sociales que han dado prestigio durante décadas a Suecia y han sumado su voto a los de la derecha en la moción. Löfven tiene una semana para dimitir o convocar nuevas elecciones.

La socialdemocracia sueca es un referente para el centroizquierda en todo el mundo y ha resistido mejor que otras formaciones similares a las dificultades generalizadas de esta familia política. Lo ocurrido evidencia las enormes dificultades que plantean escenarios parlamentarios tan fragmentados como los de la época política actual en Europa.