Giro andaluz
El éxito de Espadas facilitará la cohesión del PSOE y puede aportar pragmatismo
Todo lo que no fuese una clara derrota de Susana Díaz en las elecciones primarias del PSOE andaluz habría supuesto un desastre para la dirección federal socialista. Con un asunto entre manos como los indultos a los líderes del procés, que suscita divisiones entre su electorado y su militancia, y todavía con las heridas abiertas por las elecciones de Madrid, Pedro Sánchez se jugaba el pasado domingo mucho más que una simple batalla por el poder regional. Que el desafío partiese de Díaz tenía además fuerza simbólica, porque el liderazgo de Sánchez se asentó precisamente en su triunfo de hace cuatro años sobre la dirigente andaluza en las primarias nacionales del PSOE.
El presidente del Gobierno y líder socialista ha cumplido todos sus objetivos en la batalla andaluza. A partir de ahora contará con una dirección afín en una federación fundamental, en la que no ganó en las primarias de 2017 (la única junto al País Vasco). Y la carrera política de su gran rival interna es difícil que sobreviva a esta nueva derrota. La victoria del candidato apoyado por Sánchez, el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, ha sido nítida (55% frente al 38% de Díaz), lo que ha disipado el temor a que la batalla concluyese con la imagen de una organización partida en dos.
Espadas se ha distinguido hasta ahora por su pragmatismo; por su capacidad de gobernar el principal Ayuntamiento del PSOE en minoría, cooperando tanto hacia su derecha como hacia su izquierda; y por una saludable contención en las formas. Tan saludable como la que muestra a menudo quien será a partir de ahora su adversario a batir, el presidente de la Junta, el popular Juan Manuel Moreno Bonilla. En una política española tan castigada por los excesos verbales, que irradian sobre todo de Madrid y de Cataluña, puede aportar un poco de aire limpio que la competición partidista en la comunidad autónoma más poblada la encabecen dos dirigentes poco dados a contaminar el ambiente.
Espadas tendrá que hacer equilibrios en ese aspecto para mantener su imagen institucional y a la vez recomponer la alternativa del PSOE al Gobierno regional. Las encuestas apuntan a una consolidación del PP, mientras que los socialistas siguen sin recuperarse de la pérdida del poder en su feudo histórico. En los más de dos años transcurridos desde que el PSOE abandonó la Junta, la oposición encabezada por Susana Díaz se ha mostrado ineficaz. Espadas, sin el desgaste de su antecesora, ha recibido el aval de la militancia para imprimir otro rumbo. Su tarea es urgente. Tras lo sucedido en Madrid y con el PP lanzado en los sondeos, siempre acechará el temor a que Moreno Bonilla anticipe las elecciones.
Las primarias andaluzas han sido un buen ejemplo de democracia interna, como lo fueron en su día las que dieron el liderazgo a Sánchez. De ahora a octubre, cuando está previsto el congreso federal del PSOE, no se atisban mayores peligros internos para el secretario general socialista. Con un calendario político complicado y las tensiones inherentes a gobernar en coalición con otra fuerza, para el presidente es imprescindible disponer de un partido cohesionado. Esa necesaria estabilidad organizativa no debería confundirse, en todo caso, con un cerrojazo a cualquier discusión interna. Es cierto que sin lealtad entre sus dirigentes los partidos se desangran. Y también que sin deliberación ni debate se esclerotizan.
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