El día después
Los Presupuestos son esenciales; ahora debe evitarse que consagren el frentismo
En democracia resulta siempre positivo ser capaz de negociar y forjar mayorías. Es esa capacidad la que hoy, pese a las ausencias y carencias, se debe celebrar. Después de un lustro de una inestabilidad que paralizó en ocasiones la gobernabilidad del país, la legislatura del PSOE en coalición con Unidas Podemos se consolida con una herramienta de estabilidad: los Presupuestos Generales del Estado de 2021, aprobados ayer en el Congreso con una sólida mayoría (188 votos a favor y 154 en contra, sin abstenciones, en la mayor parte de sus capítulos). La votación en el Congreso —que dará paso a un trámite por el Senado que se espera sin contratiempos y una aprobación definitiva para finales de mes— pone fin a la perniciosa interinidad instalada con las sucesivas prórrogas de los últimos Presupuestos del PP, los de 2018, que el conjunto de las fuerzas políticas había sido incapaz de renovar. Es positivo contar con una hoja de ruta económica actualizada y superar unas cuentas prorrogadas que habían agrietado la educación, la sanidad, la dependencia y la igualdad económica y de género de los españoles, ya zarandeados por los recortes de toda la década anterior.
Dos son las lecturas necesarias ante un paso de esta envergadura en la vida política española. En términos económicos, es bienvenido un aumento del gasto que dé un impulso expansivo a la economía y permita ofrecer protección social en medio de una crisis dramática. Algunos de los incrementos del gasto parecen desacertados —es discutible el aumento a los funcionarios— y solo el tiempo dirá si este plan, junto con el uso de los fondos europeos, logrará dar un impulso modernizador. Lo que es evidente es que el aumento del gasto y las dudas que generan las expectativas de ingresos coloca en el horizonte la nube de una deuda opresiva. Con toda probabilidad, en algún momento será necesaria una corrección.
La mirada política, no obstante, es la que hoy merece hincapié. Justo es reconocer que el presidente, Pedro Sánchez, ha conseguido ampliar la mayoría con la que derribó al Ejecutivo de Mariano Rajoy en la moción de censura de mayo de 2018 (180 votos frente a 169) y con la que fue investido presidente en enero de 2020 (167 frente a 165), además de superar los votos de las cuentas de Montoro (176 síes frente a 171 noes). De las fuerzas que entonces lo apoyaron, solo el BNG se ha descolgado. ERC, EH Bildu e incluso el PDeCAT se han apuntado, en una alianza ciertamente difícil de digerir por los votantes moderados que aspiran a salvaguardar el orden territorial establecido por la Constitución.
Pero el viejo bipartidismo ha muerto y la nueva realidad, tan legítima como la anterior, es plural. Once partidos han hecho posible la gobernabilidad económica del país a través de sus Presupuestos. Obligación y responsabilidad del Gobierno, especialmente de los socialistas, será que ese voto con origen mayoritario de la izquierda y el independentismo no fosilice el panorama político. Enormes son los desafíos en el resto de la legislatura y no todos ellos, previsiblemente, se podrán afrontar de forma adecuada con esta mayoría. Parte de esta última —encabezada por Unidas Podemos— desea que ninguna otra sea posible. El presidente Sánchez tiene el deber de sortear ese peligro y demostrar que las concesiones hechas para lograr unos Presupuestos esenciales no supongan el inicio de una deriva polarizadora y nociva.
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