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Columna
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La balada del paria enamorado

Aferrado al tupé naranja de Trump y sin miedo al ridículo, Bolsonaro decide ofender a las dos superpotencias mundiales

Eliane Brum
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en Río de Janeiro.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en Río de Janeiro.Antonio Lacerda (EFE)

Imagínese que es un jefe de Estado y que las dos superpotencias mundiales representan gran parte de sus negocios. El mundo se enfrenta a la mayor emergencia sanitaria de los últimos 100 años. Todo apunta a una recesión de grandes proporciones y su país es uno de los más afectados. ¿Qué haría? Si usted fuera Jair Bolsonaro, ofendería públicamente a sus dos mejores socios y los sometería a un nivel de ofensa más típico de una escuela primaria que de un alto cargo del Gobierno. Para vergüenza mundial de los brasileños, es lo que Bolsonaro está haciendo con China y Estados Unidos, el primer (28,8%) y segundo (12,3%) mayor socio comercial de Brasil. Desde que Bolsonaro asumió el cargo en 2019, tanto él como sus hijos se comportan con los chinos como mosquitos intentando molestar a un oso.

Me limitaré a contar la insolencia más reciente. Eduardo Bolsonaro, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento, sintió que debía expresar su inteligencia una vez más en Twitter. Para bailarle el agua a su ídolo Donald Trump, declaró que Brasil se aliaría con Estados Unidos para crear una red 5G “sin el espionaje de China”. Ante la enésima chiquillada de uno de los maleducados retoños del presidente brasileño, los chinos escribieron una dura carta en la que clasificaban la publicación de “inaceptable” y amenazaban con “consecuencias negativas”.

Bolsonaro y sus muchachos no tienen ninguna relación con Estados Unidos. Toda su pasión es para el tipo del tupé naranja que se va. Bolsonaro todavía no ha reconocido la victoria de Joe Biden y lo ha llegado a amenazar con “pólvora”, uno de los momentos más patéticos de un presidente brasileño en toda la historia del país. Cuando votó en la segunda vuelta de las elecciones municipales de Brasil, el pasado domingo, en las que los candidatos que apoyaba perdieron, mintió: “Realmente hubo mucho fraude [en Estados Unidos]”.

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Podría tener sentido enfrentarse a las superpotencias mundiales de un planeta que pasa por un trance climático, que requiere una nueva relación con la naturaleza y un nuevo tipo de sociedad capaz de priorizar lo común. Nada más lejos de los intereses de Bolsonaro, el principal agente de destrucción de la Amazonia. Él y su grupo de langostas, algunas con uniformes militares, son incapaces de comprender que Brasil solo será estratégico para el mundo mientras la selva esté viva y sea capaz de regular el clima. Al meterse con los adultos, el matón de la guardería solo repite lo que su canciller, Ernesto Araújo, declaró sobre el lugar de Brasil en el escenario internacional: “Seamos parias”. Si esta es la aspiración de Bolsonaro y su antidiplomático favorito, la misión está cumplida.

Traducción de Meritxell Almarza.

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