Salomón
Estoy ahora en un galeón del hospital perseguido por el odiado Drake. Ojalá todo termine como en una novela de Stevenson
Como es algo perfectamente vulgar, puedo decirles que estoy en el hospital, pero no por el virus, sino por una septicemia, así que perdonen las deficiencias.
Los hospitales comienzan a ser espacios tan populares como los aeropuertos. Cuanto más se llenan los primeros, más vacíos los segundos. Son vasos comunicantes.
Por suerte me pude traer una compensación excelente. Desde niños hemos sido todos cautivos del hechizo de los Mares del Sur. Aquella inmensa extensión entre el Nuevo Mundo y Australia era un colosal espacio desconocido, una sabana de agua necesariamente tachonada de islas que excitaban la imaginación de los aventureros, Islas del Oro, Islas de Amazonas, Islas del Tesoro, Islas de Mujeres.
Los viajes de Europa a América son suficientemente conocidos pero los Mares del Sur son todavía una incógnita.
El sabio Juan Gil ha preparado un precioso trabajo sobre esos viajes disparatados: En demanda de la isla del Rey Salomón (Biblioteca Castro) es una descripción de algunos viajes por lugares inexplorados pero ya amenazados por los piratas ingleses que debilitaban a la Armada española. Solo el prólogo de este volumen es una novela de aquellas gentes entre las que había criminales, héroes, sabios, chiflados, inocentes y toda clase de increíbles aventureros, también jóvenes nobles y valientes como Álvaro de Mendaña, personaje que a los 20 años ya era Adelantado y que podría figurar en una aventura de Herman Melville.
Yo estoy ahora en un galeón del hospital perseguido por el odiado Drake.
Ojalá todo termine como en una novela de Robert Louis Stevenson.
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