La Ruta 66 de los progresistas
Biden y Harris tienen por delante un camino estrecho e incómodo, pero es el único en el que caben todos los americanos


Qué hará Biden? El presidente electo y Kamala Harris tienen que transitar por una delgada línea para, por un lado, afrontar con fuerza las amenazas de la diabólica trinidad: el virus, la recesión y la desigualdad; y, por el otro, curar con suavidad las heridas de un país roto. Es la misión más difícil para una Administración americana en décadas y, por tanto, el momento más propicio para marcar una nueva agenda para el progresismo, americano y global. A mi juicio, esta debería ser la Ruta 66 de la izquierda.
La filosofía de la Ruta 66 es no eludir, sino atravesar por medio las grandes fracturas del país. En primer lugar, la divisoria sobre el papel del Estado, entre quienes exigen una acción firme de las Administraciones contra el tsunami actual de problemas y quienes no quieren que el Gobierno les fuerce a llevar mascarilla, conducir coches menos contaminantes o pagar más impuestos. Es imperioso que Biden defienda enérgicamente una fuerte intervención del Estado, aunque choque con legisladores republicanos.
Pero, al mismo tiempo, Biden debe evitar antagonizar a los millones de americanos preocupados por la supervivencia de una sociedad libre de mercado. Tiene que desembarazarse de la fantasía de una transformación radical del capitalismo predicada por políticos como Sanders o Corbyn, y a la que han sucumbido las jóvenes élites de izquierdas a ambos lados del Atlántico. Y es que Occidente vive lo que el veterano periodista John Judis llama “el despertar socialista”. Para conseguir un apoyo social amplio, las reformas no pueden presentarse como hostiles al sistema capitalista, ni a los ricos, sino como fórmulas para reparar la economía de mercado.
En segundo lugar, en la división cultural entre cosmopolitas liberales y nacionalistas conservadores, Biden debe defender una sociedad inclusiva, donde todo el mundo tenga derechos independientemente de su género, origen o credo. Sin embargo, tiene que esquivar el impulso, arraigado también en las nuevas generaciones de progresistas, de lanzarse a atacar las tradiciones y los sentimientos nacionales. Pues el patriotismo es la mejor manera de empaquetar las reformas progresistas. Franklin Roosevelt defendía las suyas como “la cosa americana de hacer”. Biden y Harris tienen por delante un camino estrecho e incómodo, pero es el único en el que caben todos los americanos. @VictorLapuente
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