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Columna
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Ahora le toca a Boris

Descabalgado de su montura populista el principal sátrapa anglosajón, le toca ahora el turno a su cómplice menor, el primer ministro británico

Xavier Vidal-Folch
El primer ministro británico, Boris Johnson, este domingo en Whitehall, Londres.
El primer ministro británico, Boris Johnson, este domingo en Whitehall, Londres.Chris Jackson (AP)

Descabalgado de su montura populista el principal sátrapa anglosajón, le toca ahora el turno a su cómplice menor, Boris Johnson. Aunque su esterilización política seguirá modo y tempo distintos, pues su mandato apenas carece de un próximo horizonte electoral.

La elección presidencial norteamericana ha revelado las debilidades que aquejan a las fortalezas nacional-populistas.

Así, el apoyo de los trabajadores de las zonas en declive industrial resulta efímero si los resultados de las agresivas políticas proteccionistas, antichinas o antieuropeas, no cosechan —no pueden— éxitos. Lo que ha valido para el cinturón del óxido de EE UU valdrá para el norte de Inglaterra, con el añadido de otras tensiones territoriales, en Escocia o Irlanda del Norte.

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Así, el enfrentamiento contra instituciones y países amigos (sean México y Canadá, y/o la UE), genera réditos de corto plazo, (por la maldad de que el árbitro o el vecino es el enemigo), pero su carácter divisivo y agónico acaba saturando a la clientela.

Así, la mezcla de autarquía arancelaria, nacionalismo extremo (America first o recuperemos la soberanía) y unilateralismo rampante (contra la OMC, OMS, o la OCDE si prefigura una tasa Google; o contra la supranacional Unión Europea) se revelan recetas de un pasado casi siempre menos próspero.

A estas tendencias de fondo que Boris debería leer bien, se le añaden nefastas coincidencias con su padrino Donald Trump, como el desdén seminegacionista a la pandemia del coronavirus.

Pero sobre todo, el próximo mandato de Joe Biden destruye la infantil ficción de una fácil alianza comercial con EE UU —basada en la declinante y etérea special relationship con la excolonia—, sobre la que el líder tory construyó su ensoñación de una alternativa viable a la pertenencia británica, durante cuatro decenios, al mercado interior europeo.

El exjefe de Biden, Barack Obama, ya advirtió en 2016 que si ultimaba su secesión de la UE, el Reino (aún) Unido debería ponerse “a la cola” de quienes pretenden negociar un tratado comercial con Washington. Y el propio Biden ha rechazado que Londres rompa su compromiso del Acuerdo de Retirada mediante la nueva Ley de Mercado Interior que atenta contra la europeísima República de Irlanda. Atención. Biden es católico, como John Kennedy. Y como él, de ascendencia familiar irlandesa.

Por tanto, un pronóstico: Johnson consumará el Brexit buscando, al fin, firmar un tratado comercial correcto con la Unión.

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