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Columna
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Ciencia en tiempos electorales

La covid no apareció en la moción de censura. Algún día lo hará

Javier Sampedro
Un investigador realiza pruebas para buscar una vacuna contra la covid-19 en un laboratorio de Nueva Jersey.
Un investigador realiza pruebas para buscar una vacuna contra la covid-19 en un laboratorio de Nueva Jersey.Kena Betancur (Getty Images)

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, increpó este jueves a la oposición por no haber tratado el tema de la covid durante la moción de censura. Tenía razón, aunque tampoco él lo hizo, aparte de esa mención efímera y más bien destinada a meter el dedo en el ojo de los otros. Más en general, los investigadores suelen quejarse de que la ciencia no tiene la menor relevancia en el debate político, ni siquiera en una campaña electoral crucial —para la ciencia y para el mundo— como la que está viviendo Estados Unidos. El chascarrillo de que la política vive de espaldas a la ciencia es inexacto, sin embargo. La situación es en realidad más confusa, y es preciso considerar algunos matices relevantes.

En las elecciones estadounidenses, a diferencia de lo que ocurre en Europa, los votantes no solo tienen que elegir entre los candidatos o sus partidos, sino también pronunciarse sobre un centenar de cuestiones específicas y concretas, por lo general referidas a la economía y su arcoíris de tentáculos fiscales y laborales, pero que abarcan ocasionalmente la prohibición del aborto o la legalización del cannabis. Y esta vez también, algunas cuestiones científicas bien curiosas, como informa Science.

Quizá el mejor ejemplo es el de California, un Estado que ya apostó por la investigación con embriones y células madre humanas en el pésimo entorno de la Administración Bush, muy sensible a las exigencias de la derecha religiosa de aquel país. Los californianos votaron en 2004 a favor de la creación de un instituto estatal de medicina regenerativa (CIRM, California Institute for Regenerative Medicine) dedicado a la investigación con células madre embrionarias humanas, y de dotarlo con 3.000 millones de dólares en bonos.

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Han pasado 16 años y esa financiación va a expirar, de modo que los californianos van a tener que volver a pronunciarse sobre una ampliación de 6.000 millones de dólares. El proyecto cuenta con sólidos avales científicos, incluyendo los 60 ensayos clínicos que ha organizado hasta ahora y dos fármacos aprobados por la agencia estadounidense del medicamento (FDA), pero también hay voces críticas que dudan de su eficacia. Por extraño que suene en nuestros meridianos, serán los votantes de California quienes decidan sobre una cuestión que, a la larga, afectará a los pacientes de un planeta entero. Cuando los europeos nos llenamos la boca con la calidad de nuestras democracias, no solemos tener en cuenta estas acciones ciudadanas directas y tasadas en las mismas urnas que renovarán a Trump o le sacarán de la Casa Blanca y le devolverán a su mucho más cómodo rascacielos de Manhattan.

De modo que la ciencia sí está presente en las campañas electorales de ciertos países, aunque es cierto que se trata de una ciencia consolidada, con resultados que exhibir y con una maraña de condicionantes políticos y sociológicos a su alrededor. Tirarse a la cabeza los muertos de covid-19 no cumple esas condiciones y es, por tanto, una cuestión completamente distinta. En ese sentido, dan ganas de alegrarse de que el coronavirus no haya aparecido en la moción de censura. No porque no lo merezca, sino porque el debate no habría estado a la altura y habría contribuido más a la confusión que al entendimiento. Pero esto no tendría por qué ser así. Podemos hacerlo mucho mejor.

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