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Columna
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Frankenstein y los zombis

A diferencia de Merkel y otros políticos europeos de centro-derecha, PP (y Cs) pagan el precio de haber entregado su alma a las encuestas del día

Víctor Lapuente
El presidente del PP, Pablo Casado, durante una sesión de control al Gobierno en el Congreso.
El presidente del PP, Pablo Casado, durante una sesión de control al Gobierno en el Congreso.POOL. Bernardo Díaz/El Mundo

De aquí a los confines de la galaxia no hay lugar con más necesidad de pacto político que España. Somos la democracia más golpeada por el virus y la recesión. Y la gran pregunta es por qué los partidos se pelean cuando más imprescindible es que se pongan de acuerdo.

La respuesta convencional es el electoralismo. Los políticos, rodeados de un sanedrín de expertos en mercadotecnia y brujos que desentrañan las tripas de las encuestas, piensan que la confrontación da votos. Los más sesudos añaden un virtuoso corolario a ese argumento: si los partidos de gobierno de toda la vida (PSOE y PP) pactamos, la oposición quedará en manos de los extremistas. Mirad lo que ha pasado en Francia. Quien se sienta en el banquillo del Elíseo es Marine Le Pen. Dinamitemos los puentes entre el centroizquierda y el centroderecha para poder cubrir así nuestras retaguardias ante el empuje de los radicalismos. Pero ¿y si no es verdad?

¿Y si entre todos hemos exagerado el peligro de los populismos? Empezando por los politólogos, que tendemos a sobrevalorar los fenómenos políticos como el meteorólogo los atmosféricos. Nos fascinan los huracanes políticos. Pero, si miramos con calma el mapa de isobaras, vemos que los extremismos, tanto los que vienen de un lado como del otro, llegan a Europa debilitados. Los populismos de izquierdas, impulsados por los vientos bolivarianos latinoamericanos, se han licuado al contacto con el poder. Syriza, Unidas Podemos y las izquierdas nacionalistas periféricas se han convertido en formaciones virtualmente socialdemócratas.

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También temíamos que, durante la pandemia, los europeos se dejaran seducir por la extrema derecha. Pero los radicales están perdiendo apoyos en Italia, Austria, Alemania o Escandinavia. En momentos de zozobra, los europeos buscan refugio en los partidos viejos, no los nuevos.

La excepción es Vox, que crece en las encuestas y acapara protagonismo con la moción de censura. Y la razón no es Abascal, sino Casado. A diferencia de Merkel y otros políticos europeos de centroderecha, que recogen ahora los frutos de la incómoda decisión de acercarse a la izquierda e ignorar a la ultraderecha, el PP (como Ciudadanos) paga el precio de haber entregado su alma a las encuestas del día. Y están desorientados. Quizás el Gobierno es Frankenstein, pero los partidos de la oposición son zombis. @VictorLapuente

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