El reto de la universidad
Es urgente emprender campañas para convencer a los jóvenes de que protegiéndose ellos protegen a toda la comunidad
Entre todas las consecuencias perversas de la pandemia, las que afectan a la educación adquieren especial relevancia por la capacidad de proyectar en el futuro, en las jóvenes generaciones y su formación, nuevos lastres que se suman a los ya arrastrados por el sistema educativo español. La aparición de brotes importantes de coronavirus, en algunos casos asociados a fiestas multitudinarias, a residencias y colegios mayores, ha obligado a suspender la docencia presencial en un gran número de universidades. Las 12 de Cataluña han cancelado las clases teóricas, lo que afecta a más de 218.000 alumnos. La de Granada, con 60.000 estudiantes, ha cerrado las aulas por orden de la Junta de Andalucía. Otras, como la Politécnica de Gijón o la Rey Juan Carlos de Madrid, han tomado la decisión por propia iniciativa.
La suspensión ha sido muy frustrante, tanto para los equipos docentes como para los estudiantes, que han protagonizado diversas protestas. Los claustros habían hecho un gran esfuerzo para asegurar que las clases pudieran impartirse con seguridad y los protocolos han funcionado en general. Pero la vida estudiantil no se desarrolla solo en el aula. Las medidas de cierre no se han tomado porque las aulas sean inseguras, sino para reducir la movilidad y evitar la interacción. El sentimiento de agravio expresado por los claustros es comprensible. Algunos rectores se han quejado con razón de que se cerraran las aulas mientras se mantenían abiertos los bares. En Cataluña, esa dicotomía se ha superado porque también se han cerrado los bares.
Las medidas son temporales, pero dada la evolución de la pandemia es probable que tengan que extenderse a otros centros y alargarse en el tiempo. En ese caso hay que asegurar que la docencia online alcanza los estándares de calidad necesarios y garantizar las ayudas precisas para que ningún alumno se quede atrás. Pero el objetivo debe ser reducir los contagios y recuperar la actividad presencial lo antes posible. La enseñanza universitaria es algo más que una conferencia magistral o la proyección de un power point. El contacto con el profesor, la interacción social y el debate colectivo tienen un papel esencial, así como la socialización en una etapa en la que se forja el ser adulto. En el caso de los jóvenes, las políticas de salud pública no pueden basarse únicamente en prohibiciones. En la desescalada ha faltado una actuación destinada a concienciarles. La percepción de riesgo es inversamente proporcional a la edad. No es casualidad que el mayor número de positivos se dé precisamente en el grupo de 15 a 29 años. Es urgente, por tanto, emprender campañas para convencer a los jóvenes de que protegiéndose ellos protegen a toda la comunidad.
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