_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Frivolidad

Lo más triste de todo es la indignación de jueces y cortesanos por la falta de brillo, el lustre perdido en una ceremonia celebrada en un país asolado por una pandemia

Almudena Grandes
Felipe VI y el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, este jueves en la sede del Tribunal de Cuentas en Madrid.
Felipe VI y el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, este jueves en la sede del Tribunal de Cuentas en Madrid.Casa de S.M. el Rey (Europa Press)

En España se dan muchas cosas por descontadas. Es una consecuencia del particular proceso fundacional de nuestra democracia, que apenas contó con nuestra opinión para establecer qué y cómo somos. Antes del vergonzoso epílogo de la carrera del Rey emérito, todos éramos juancarlistas entusiastas y agradecidos, porque las estadísticas ni siquiera recogían la existencia de excepciones a esa norma. El CIS dejó de preguntar por la Corona, hace ya muchos años, para no recoger respuestas desfavorables. Eso fue notable, pero no tanto como la confianza que parece conservar el Rey actual en que, después de la aventura de su cuñado, de la huida de su propio padre, nada ha cambiado. Felipe VI no debería haber llamado al presidente del CGPJ para quejarse de un Gobierno al que debería estar agradecido, por el cobijo que le ha ofrecido durante la tormenta. No era su misión, no formaba parte de sus prerrogativas, porque la función del Rey excluye la libertad para hacer lo que él quiera. Yo puedo ser buena y suponer que no esperaba que Lesmes traicionara su confianza contándolo en los corrillos, pero eso no afecta a una intervención que, en público o en privado, alimenta la confrontación política a favor de uno de los contendientes. Aunque quizás lo más triste de todo es la indignación de jueces y cortesanos por la falta de brillo, el lustre perdido en una ceremonia celebrada en un país asolado por una pandemia, con los hospitales desbordados, la economía derrumbada, la angustia de los ciudadanos a flor de piel. Darle importancia a según qué cosas en este momento me parece un ejercicio de frivolidad que se pasa, en efecto, tres montañas. Aparte de eso, ya va siendo hora de que nos pregunten a los españoles qué somos y qué queremos ser.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Almudena Grandes
Madrid 1960-2021. Escritora y columnista, publicó su primera novela en 1989. Desde entonces, mantuvo el contacto con los lectores a través de los libros y sus columnas de opinión. En 2018 recibió el Premio Nacional de Narrativa.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_