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Columna
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Intereses marítimos

El pulso lanzado por Erdogan ha hecho temer este verano un conflicto armado en el Egeo y el Mediterráneo Oriental, creando un “problema político de alto voltaje” que la UE ayudaría a resolver

Eva Borreguero
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.DPA vía Europa Press (Europa Press)

La reunión extraordinaria del Consejo Europeo, prevista para mañana y aplazada una semana a causa del coronavirus, encuentra una situación más viable. Ankara ha ordenado la retirada del buque Oruç Reis y de su escolta armada de las cercanías de Kastellorizo, isla griega próxima a la costa turca. ¿Estratagema o compromiso? En cualquier caso, se alejan las sanciones y se augura el diálogo.

El pulso de fuerza lanzado por Erdogan a sus vecinos ha hecho temer este verano un conflicto armado en el Egeo y el Mediterráneo Oriental, creando, según Borrell, un “problema político de alto voltaje” que la UE ayudaría a resolver.

El origen del enfrentamiento se remonta a la pasada década, al ser descubierta una plataforma de hidrocarburo cerca de Israel que propició la búsqueda y localización de nuevos y mayores depósitos en la zona. Conscientes de la necesidad de cooperar para desarrollar un mercado de gas regional, en 2019 Chipre, Grecia, Egipto, Israel, y la Autoridad Palestina, formaron el Foro de Gas del Mediterráneo Oriental (EMFG). Turquía, por su acceso limitado al fondo marítimo, quedó al margen. El presidente turco Erdogan, en desafío a la legalidad internacional, no tardó en enviar fragatas de guerra. Hace meses pactó con el Gobierno oficial libio la creación de Zona Económica Exclusiva, un corredor marítimo compartido, que invalidaba el EMGF, ignorando la existencia de Creta.

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La respuesta no se hizo esperar. El pasado mes de agosto, Grecia firmó un tratado similar con Egipto que se superpone, y por tanto pretende anular, al anterior y anunció la ampliación de sus aguas territoriales en la costa occidental. Para complicar más las cosas, el conflicto adquiere una dimensión laberíntica con la proyección de los intereses de Oriente Próximo, Rusia y China, formando lo que Felipe Sánchez Tapia considera un “cinturón de quiebra” marítimo en el Mediterráneo Oriental.

La reivindicación de Turquía, un acceso más amplio a la jurisdicción marítima que le permita acceder a una parte de los recursos naturales que considera le corresponden, reposa sobre un fondo de justicia que muchos reconocen. El problema es que hoy Erdogan exige una jurisdicción total sobre “la patria azul”: Egeo y Mediterráneo Oriental. Sobre lo anterior, hay espacio para negociar. Y voluntad para el diálogo. Así lo expresó recientemente el primer ministro griego Mitsotakis. El problema podría haberse resuelto ante el Tribunal Internacional de Justicia en la Haya.

Un acuerdo es necesario: la geografía obliga. Turquía, amarrada a la UE por lazos económicos, educativos y tecnológicos, tiene un valor estratégico central en la OTAN. No sería solución, sin embargo, hacer concesiones a una Turquía beligerante que viola la legalidad internacional y saca músculo. Resultaría peligroso para la seguridad y cohesión de la Unión Europea, que el mismo día aborda la tan difícil negociación con China, tras el fracaso de la videoconferencia con Xi Jinping el día 14. La conciliación de intereses debería reconducirse por medio de soluciones de justicia recíproca, y nunca amenazas militares. @evabor3

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Sobre la firma

Eva Borreguero
Es profesora de Ciencia Política en la UCM, especializada en Asia Meridional. Ha sido Fulbright Scholar en la Universidad de Georgetown y Directora de Programas Educativos en Casa Asia (2007-2011). Autora de 'Hindú. Nacionalismo religioso y política en la India contemporánea'. Colabora y escribe artículos de opinión en EL PAÍS.

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