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Columna
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Verso suelto

Cayetana Álvarez de Toledo hablaba como portavoz de un grupo parlamentario, de modo que sus numerosos exabruptos se le podían apuntar a ese grupo y no a ella

Jorge M. Reverte
Cayetana Álvarez de Toledo, tras su cese como portavoz parlamentaria del PP.
Cayetana Álvarez de Toledo, tras su cese como portavoz parlamentaria del PP.Juan Carlos Hidalgo (EFE)

En agosto nada es fiable. Toma ya contundencia, propia de un o una portavoz parlamentario/a.

Pero es que las mañanas en agosto dan frío en muchas ocasiones, acostumbrados como estamos a un mes que tiene los días, que los italianos llaman ferragosto, en que todo está seco y ardiente, o lo parece, pero puede haber amanecidas que exigen la manta ligera envolviendo la tripa.

Lo del verso suelto no tenía mucho sentido, no era fiable. Cayetana Álvarez de Toledo no actuaba como tal verso, sino como una imprecación suelta, muy suelta. Lo malo era que esta señora hablaba como portavoz de un grupo parlamentario, de modo que sus numerosos exabruptos se le podían apuntar a ese grupo y no a ella.

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Suelta sí que lo ha sido. Como siempre. En eso no ha decepcionado a nadie, y mucho menos a Esperanza Aguirre, que se ha erigido en su mayor defensora. José María Aznar no puede hablar a su favor, porque rompería el partido. Y no está por la labor. O eso parece.

Los adversarios de Cayetana aparecen ahora entusiasmados con su propia y muy reciente moderación, los internos; y con su también reciente capacidad de pactar, los enemigos externos. Solo Aznar, que todavía no ha hablado, aparece como la persona que sabe qué hay detrás de este cese tan provocado por una entrevista, tan pensado como tener una mantita ligera a los pies de la cama.

El momento escogido es clave, porque agosto casi no cuenta en la política, que es un mes impredecible en la temperatura, la de madrugada y la del mediodía.

Aznar, que de momento calla, sabe dos cosas: que hay que pactar unos Presupuestos, aunque sea con el poco fiable Sánchez; y que en su sede favorita, en la calle de Núñez de Balboa, en pleno cogollito del barrio de Salamanca, hay muchos que no se llaman Borja Mari ni Cayetana, y que van a cara descubierta y sin guardar la distancia que pide Franco (no el de verdad, sino el delegado del Gobierno) en sus inútiles discursos amenazantes.

Esos muchos, que se pueden llamar José Luis, por ejemplo, nos van a dar una lección de cómo hacer pactos de Estado bien envueltos y con lazos que establezcan los deseos de que los hijos de Iglesias dejen el Gobierno y lo hagan inviable.

Hay muchos José Luis por la calle. Nada sueltos.

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