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Columna
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Paradojas autoritarias

La nueva Ley de Seguridad aprobada por China no se aplica tan solo en Hong Kong sino que pretende tener también un alcance universal

Lluís Bassets
Ejemplares del 'Apple Daily' con Jimmy Lai en portada a la venta en un quiosco en Hong Kong.
Ejemplares del 'Apple Daily' con Jimmy Lai en portada a la venta en un quiosco en Hong Kong.Kin Cheung (AP)

Jimmy Lai, editor del periódico Apple Daily, fue detenido, esposado, interrogado y encarcelado el lunes. Su periódico, su casa y su yate fueron registrados aparatosamente por un escuadrón de la nueva Policía que se ha instalado en Hong Kong desde el 1 de julio. Todos debidamente enmascarados contra la covid-19, sin aspavientos, sin malos modos, a pesar de la gravísima acusación que pesa sobre el magnate de “colusión con un país extranjero”, un delito político asimilable a la alta traición que podría acarrearle la cadena perpetua.

Es un alivio si pensamos que desde hace mes y medio los hongkoneses están incluidos a efectos policiales y penales en la República Popular China, donde la pena de muerte se suministra con mayor generosidad y secretismo que en cualquier otra dictadura. También es un alivio y una rareza que el magnate de los medios de comunicación fuera puesto en libertad bajo fianza a las 40 horas de su arresto. Mientras estaba detenido, millares de hongkoneses se lanzaron a comprar ejemplares del periódico, que sigue publicándose, e incluso acciones de la empresa en la Bolsa de Hong Kong, y una vez en libertad, fue recibido como un héroe por sus periodistas.

Nada de todo esto casa muy bien con la nueva guerra fría entre el mundo libre y el bloque dominado por el comunismo chino que al parecer se ha declarado. Kishore Mahbubani, destacado intelectual y diplomático de Singapur, sostiene que las siglas PCC no significan Partido Comunista de China sino Partido de la Civilización China. Según sus teorías, no hay un comunismo centralizado detrás del golpe de mano que está desposeyendo a Hong Kong de su democracia y sus instituciones políticas liberales, sino el sentido tradicional y confuciano del imperio chino milenario.

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Hay otra explicación más a ras de suelo, proporcionada esta semana por dos reporteros de The New York Times. De suelo inmobiliario, para ser más precisos. No son únicamente las ideas las que motivan a los dirigentes de Pekín, sino sus inversiones millonarias en Hong Kong, especialmente en mansiones de lujo, documentadas al menos en tres de sus más altos dirigentes y familiares.

Última y más peligrosa noticia y a la vez paradoja para quien ose criticar la política de Pekín desde cualquier punto del planeta, desde aquí mismo sin ir más lejos. La nueva Ley de Seguridad de Hong Kong prevé su detención y juicio en caso de que viaje a China y a la excolonia, en una osada e insólita globalización de una legislación local autoritaria.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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