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Columna
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Aquí no hay quien pacte

Se impone el flujo de vetos cruzados, las líneas rojas, los cordones sanitarios, la provocación hostil para alejar cualquier voluntad de entendimiento

Teodoro León Gross
Una diputada participa en la votación de los documentos de la Comisión de Reconstrucción en el Congreso de los Diputados.
Una diputada participa en la votación de los documentos de la Comisión de Reconstrucción en el Congreso de los Diputados.EUROPA PRESS/J. Hellín. POOL (Europa Press)

El Gobierno se lamenta de los vetos cruzados entre partidos, entre la derecha y la izquierda, entre los partidos nacionales y nacionalistas, exhibidos ante los micrófonos no ya con resignación, sino con el galleo maximalista de los integristas ufanos. La Moncloa se situaría así au-dessus de la mêlée, como árbitro entre el trincherismo polarizado. Es una impostura con el sello Iván Redondo. Todo ese festín de vetos es cierto, pero la principal responsabilidad negociadora es siempre del Gobierno. Y Pedro Sánchez invita a negociar, pero no hay indicios de un trabajo serio para lograr objetivos. Resulta paradójico que se elogie la voluntad negociadora, el esfuerzo extenuante, la determinación para el acuerdo en la UE, pero no se practique en España. Nadie imagina aquí a Sánchez, como a ningún otro, sentándose cinco días intensos en un pulso negociador. El exministro Carlos Westendorp, que ejerció de primer mentor del presidente, cuenta que enseñó a Sánchez a negociar con culo de hierro. Pero lo de culo di ferro, apodo del contumaz Enrico Berlinguer, está muy lejos de lo que se ha visto y se ve en España. No hay margen para pasillos de aplausos.

En este teatro, al PP se le invoca a pactar previsiblemente para poner los focos en su rechazo áspero. Y los populares tienen una respuesta de manual: si usted abandona a sus socios, sí. Sánchez ya ha dejado claro, en Il Corriere della Sera, su aversión a la gran coalición. El noesnoísmo de 2016 sigue vigente en 2020, salvo por necesidad puntual. Casado, como estableció tras las generales, se niega a que Vox quede liderando la oposición. Y los socios de la investidura, peor, precisamente por ser los socios. ERC habla del “Juan Palomo del PSOE con el PP” y apela a las barricadas contra “el 15M facha y la Internacional Cayetana”. Y éste —más allá de la lógica de la Regional Rufiana— es el aliado de más peso. El otro aliado clave, PNV, votó contra de tres de las cuatro patas de la reconstrucción. Bildu y otros denuncian que si no es por la izquierda, no es la salida; y ese es el mensaje del propio socio de Gobierno. Echenique ya ha dicho que no se pueden pactar los presupuestos: “Si lo apoyase el PP es porque serían de derechas”. A ese sectarismo excluyente se suma Iglesias; y no parece que el PP vea ahí una oportunidad de pactar y tensar la coalicion. Lo de Podemos se repite en el extremo contrario con Vox, otro nacionalpopulismo hijo de la indignación. Esto es lo que hay. Decenas de miles de muertos, millones de parados por venir, y esto es lo que hay.

¿De verdad no han entendido, como Merkel et al., que la situación excepcional requiere actitudes excepcionales para alcanzar acuerdos excepcionales? ¿No han entendido, incluso resignadamente, la importancia del consenso transversal? Salvo Ciudadanos, que busca oxígeno entre los bloques, esto evidencia que no existe voluntad de consenso más allá de alguna performance oportunista. Se impone el flujo de vetos cruzados, las líneas rojas, los cordones sanitarios, la provocación hostil para alejar cualquier voluntad de entendimiento: vetocracia ad nauseam. Y con eso hay que arar en el paisaje devastado de la pandemia.

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Sobre la firma

Teodoro León Gross
Málaga, 1966. Columnista en El País desde 2017, también Joly, antes El Mundo y Vocento; comentarista en Cadena SER; director de Mesa de Análisis en Canal Sur. Profesor Titular de Comunicación (UMA), licenciado en Filología, doctor en Periodismo. Libros como El artículo de opinión o El periodismo débil... Investigador en el sistema de medios.

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