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Columna
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Tacaños y pedigüeños

La mejor táctica de negociación con los países frugales no es apelar a su solidaridad, que legítimamente creen que tienen, sino a su responsabilidad

Víctor Lapuente
Los primeros ministros de Holanda, Finlandia, Suecia y Dinamarca y el canciller austriaco, durante una reunión en Bruselas durante la cumbre europea.
Los primeros ministros de Holanda, Finlandia, Suecia y Dinamarca y el canciller austriaco, durante una reunión en Bruselas durante la cumbre europea.EFE

Qué vueltas da la vida. En pocos meses, Holanda, Suecia, Austria y Dinamarca, los cuatro frugales, han pasado de ser los países más alabados en España durante décadas a los más criticados. Admirábamos su modelo de solidaridad, tanto con sus ciudadanos como con el resto del mundo. Pero ahora son insolidarios y tacaños.

En la cumbre europea sobre los fondos de reconstrucción han sido poco colaborativos. Pero acusarlos de insolidarios es injusto, porque ni sus Gobiernos ni sus sociedades son más egoístas que nosotros; e inútil, porque es una estrategia nefasta.

Si existiera una Champions League de la solidaridad, me temo que los frugales nos ganaban por goleada. Sus Estados están por delante en los “índices de generosidad” de las políticas de bienestar. Dan más dinero a los más necesitados, mientras que, recordemos, el Estado español transfiere más a los ricos que a los pobres. Los frugales, y sobre todo Suecia, Dinamarca y Países Bajos, donan también más en cooperación internacional que nosotros.

Y los datos desmienten que los ciudadanos del norte de Europa tengan actitudes más insolidarias. Frente al mantra de que están abducidos por la creciente ultraderecha, un estudio de los politólogos Monika Bauhr y Nicholas Charron muestra que el porcentaje de ciudadanos dispuestos a ayudar financieramente a otros miembros de la UE en tiempos de crisis es mayor allí que aquí. Y la razón no es que sean más ricos que nosotros. Aun controlando por el nivel de riqueza y de desigualdad, sus ciudadanos tienen una actitud más solidaria que la nuestra. La causa tampoco es que estén hechos de mejor pasta, sino que tienen instituciones públicas de mejor calidad: más eficientes y menos corruptas. Unas instituciones que les hacen creer más en el valor de lo colectivo, tanto dentro como fuera de sus fronteras.

La mejor táctica de negociación con los países frugales no es apelar a su solidaridad, que legítimamente creen que tienen, sino a su responsabilidad, de la que siempre está inseguro alguien del culturalmente más puritano norte de Europa. Deberíamos aceptar que controlen cómo nos gastamos el dinero de Bruselas, pero requiriéndoles también mejoras, como que reformen sus sistemas tributarios para evitar paraísos fiscales dentro de la UE. No queremos una Europa de padres tacaños e hijos pedigüeños, sino de adultos responsables que se exigen mutuamente. @VictorLapuente

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