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Columna
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Política de Estado

El último domingo algunos millones de españoles decidieron con sus votos el tipo de relación que desean que su comunidad autónoma tenga con los demás españoles

Jorge M. Reverte
Jornada electoral el pasado domingo en Galicia.
Jornada electoral el pasado domingo en Galicia.OSCAR CORRAL (EL PAÍS)

No hay que tener la piel especialmente fina para percibir el mensaje que corre de un lado a otro de España, que se puede resumir en que todo lo malo viene de fuera. Y resulta que la covid-19 es un bicho nacionalista y de derechas.

Si hay una comunidad que tiene todas las papeletas para que sus naturales sean bienvenidos en cualquier parte, esa es Asturias. Y es bastante curioso que eso suceda con los lugareños que son en apariencia más nacionalistas españoles. No hacen falta más de un par de tragos para que un asturiano, sea de derechas o de izquierdas, alto o bajo, le suelte a uno dos vulgaridades casi insoportables: que Asturias es un paraíso, y que todo lo demás es tierra conquistada. Eso y el coronavirus han hecho que, por primera vez en muchos años, o en todos, un viajero pueda sentirse incómodo al superar alguna de las fronteras del Principado. Porque el virus ha apostado por el nacionalismo. Por el asturiano en este caso. Pero no solo.

El último domingo algunos millones de españoles decidieron con sus votos el tipo de relación que desean que su comunidad autónoma tenga con el Estado, lo que de una manera indirecta se traduce en el tipo de relación que quieren tener con los demás españoles. Si es que quieren tener alguna. Los vascos, al parecer, quieren tener poca. Aunque los nacionalistas de allí, parecen ahora más educados que otros.

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Y a la izquierda radical de Podemos se la ha liquidado en Galicia y el País Vasco el nacionalismo de izquierdas, que dicen que existe. A la derecha española la ha sustituido en el País Vasco una derecha civilizada e independentista. En Galicia, no. Allí ha sido la misma derecha española la encargada de limpiarse a ella misma. Feijóo ha liquidado a Feijóo.

O sea, que tenemos un problema con la derecha y con la izquierda radical en España. Hay grandes extensiones del territorio donde no existe implantación social de estas sensibilidades políticas. No hay derecha española y casi no hay izquierda radical española. Entenderse en esas condiciones es muy difícil. Porque faltan las formaciones con las que pueden pactar los ganadores, y faltan las personas que podrían hacerlo, si tuvieran alguien detrás, claro.

Solo en Galicia se da la posibilidad de acuerdos entre izquierda y derecha, o de nacionalismo español con otros.

Cosas del virus.

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