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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El león no es el que era

Johnson ha convertido en inconsistente la política exterior del Reino Unido

El primer ministro británico, Boris Johnson, interviene en el Parlamento.
El primer ministro británico, Boris Johnson, interviene en el Parlamento.HANDOUT (Reuters)

El drástico recorte de libertades ciudadanas que ha supuesto la imposición por parte de Pekín de la Ley de Seguridad Nacional en Hong Kong ha puesto en evidencia las consecuencias de la inconsistencia y arrogancia del primer ministro británico, Boris Johnson, en cuestiones de política exterior.

Cuando en julio de 1997 el Reino Unido transfirió la soberanía de su colonia a China lo hizo merced a un tratado por el que Pekín se comprometía a respetar de una manera muy amplia las libertades sociales, políticas y económicas que disfrutaban los hongkoneses. De hecho, el régimen comunista acuñó el concepto de “un país, dos sistemas” para referirse a esa situación especial. Durante estos 23 años, China ha ido recortando esas libertades, pero mantuvo, más o menos, el concepto que subyacía en su acuerdo con Londres. La Ley de Seguridad Nacional, que entró en vigor el 30 de junio, dinamita ese acuerdo y, entre otras cosas, revela que el Reino Unido gobernado por Johnson es muy débil a la hora no ya de ejecutar algún tipo de presión para exigir que se respete el acuerdo de 1997, sino para lograr un apoyo internacional efectivo sobre esta cuestión. Puede argumentarse que China es hoy un actor global muchísimo más fuerte que hace dos décadas, pero también es cierto que la política exterior del mandatario conservador ha aislado a su país hasta unos extremos nunca vistos desde hace décadas.

Johnson llegó al poder a lomos del abandono del Reino Unido del proyecto de construcción europea. Un error mayúsculo desde cualquier punto de vista, incluyendo —como se puede apreciar claramente con Hong Kong— el geoestratégico. Primero sin formar parte del Gabinete y luego presidiéndolo, Johnson ha faltado al respeto, despreciado y buscado una ruptura traumática con quienes son sus aliados naturales. Para el mandatario, el Reino Unido podía prosperar al margen de Europa buscando otros socios estratégicos a los que dar mayor relevancia. En primer lugar, EE UU —cuyo presidente también desprecia el multilateralismo—, pero también otros, entre los que destaca precisamente China.

Con China sobre la mesa, Johnson ya ha tenido dos ejemplos en pocos meses de que el aventurerismo individualista puede ser muy efectivo en mítines y encuestas, pero resulta muy problemático, cuando no dañino, en la gestión política. La participación del gigante Huawei en el desarrollo del 5G británico ha creado roces con EE UU y un conato de revuelta en el mismo Partido Conservador. Con Hong Kong, Johnson no tendrá influencia para lograr que Pekín reconsidere su postura. Es más, ahora tendrá que buscar aliados, cuando ya los tenía. Dice el refrán que más vale ser cabeza de ratón que cola de león, pero ni la UE es el ratón que se empeñó Johnson en despreciar, ni un Reino Unido solitario es el león que fue.


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