_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La ética de la renuncia

La búsqueda de poder puede cambiar a Alexandria Ocasio-Cortez, pero las personas también pueden cambiar las lógicas del poder

Máriam Martínez-Bascuñán
Del Hambre, ilustración opinión 28-05-20
Del Hambre

Alexandria Ocasio-Cortez ha revalidado esta semana su sonado triunfo de hace dos años en las primarias demócratas de Nueva York. Aquel éxito sorprendente la situó como la joven que se rebelaba contra la comodidad y el adormecimiento de las élites políticas tradicionales, incluidas las de su partido, pero muchos creyeron que aquel terremoto era pasajero. Hoy, Ocasio-Cortez es una innegable realidad política. Su primera victoria sucedió en un clima tumultuoso: se acusaba a Clinton de sucumbir al neoliberalismo progresista, de dividir la sociedad con su retórica de la diversidad frente a un contrincante inasible: la cuenta de Twitter de un trol que consiguió capitalizar la furia blanca y travestirla como la voluntad del pueblo contra el establishment de Washington.

Las divisiones parecían entonces obvias, y hablábamos de la política del puro antagonismo. Cos-mopolitas contra aislacionistas; millenials contra baby boomers; urbanitas frente a los olvidados de las zonas rurales, formaban el marco de pensamiento de una lógica tribal o populista que todos asumimos y que sacó partido de aquellos desequilibrios. Hoy, las divisiones perduran, pero no pueden capitalizarse desde la lógica de trincheras: el mundo busca un nuevo equilibrio donde la tensión de fondo tal vez sea la demanda de orden y protección. Ocasio simbolizaba la pureza de unos políticos que mostraban con naturalidad la dimensión moral de sus gestos, esa ética de las convicciones y de principios insobornables. Dos años después, es ella la que opta a revalidar su cargo. Esta maravillosa paradoja muestra un nuevo paradigma: para emprender cambios se precisa, hoy más que nunca, de instituciones que permitan desplegarlos.

Estar en los márgenes es cómodo, pero inservible, y cuando la demagogia llama a la subversión, ha de confrontársela desde el sistema. Enzensberger nos recordó que “cualquier cretino es capaz de arrojar una bomba”, pero es “mil veces más difícil desactivarla”. La búsqueda de poder puede cambiar a Ocasio, pero las personas también pueden cambiar las lógicas del poder. El coste es alto, pues “quien abandona las propias posiciones no solo entrega un terreno objetivo, sino también una parte de sí mismo”, pero Ocasio ha ampliado además los márgenes de lo posible. Su irrupción en el sistema ha movido el centro de gravedad de los demócratas, llevando poderosos argumentos a las apolilladas cámaras de Washington y entendiendo su partido como una plataforma que puede ensancharse sin abandonar la unidad de acción. El éxito de una organización política pasa por su plasticidad y capacidad de adaptación e integración, algo que aquí no hemos aprendido. La narrativa de Ocasio es la de la ética de la renuncia, esa que solo aparecía en políticos en retirada. Pero Ocasio-Cortez acaba de llegar, y es ahí donde hay que buscar su sorprendente valor moral.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_