Terapia gratis
Un diputado afea a otro su título aristocrático y este le responde acusándole de ser hijo de un terrorista. Asesinos, fascistas, traidores, cómplices, felones... sería interminable la lista de insultos que hemos escuchado. Mi pregunta es: más allá del aplauso de los propios, ¿qué aporta esto a la ciudadanía? ¿Cobran para esto? ¿Qué piensan cuando después de sus insultos reciben los de los contrarios y en la réplica elevan aún más el tono para ser respondidos todavía más ferozmente, día tras día, semana tras semana, mes tras mes, sin llegar a ningún acuerdo, a ninguna conclusión útil para los ciudadanos? Puedo comprender un desahogo puntual, pero si necesitan terapia que se la paguen ellos y no la hagan en el Parlamento.
Eduardo Costa Bejarano. Valencia
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