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Columna
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Supercontagios

Para evitar la propagación del virus necesitamos mejorar nuestras capacidades de seguimiento epidemiológico

Jorge Galindo
Una joven usa una aplicación de rastreo de contagios en Singapur.
Una joven usa una aplicación de rastreo de contagios en Singapur.CATHERINE LAI (AFP)

Hasta el 80% de las infecciones de SARS-CoV-2 podrían estar provocadas por apenas un 20% de personas infectadas. La frase es de Zulma Cucunubá (Imperial College), y la enunció el pasado 7 de junio basándose en la evidencia disponible. La palabra “hasta” es crucial: quizás sea menos, y de hecho probablemente lo es en muchos sitios. La probabilidad de eventos de supercontagio, en los que una sola persona propaga el virus entre muchas en poco tiempo, varía en función de cómo y dónde nos vemos, nos encontramos, nos relacionamos entre nosotros. Tener en cuenta tanto su potencial como esta variedad nos ayuda a responder mejor a la pregunta política central en la pandemia: ¿cuál es la combinación de medidas que minimiza al mismo tiempo la probabilidad de contagio y el impacto en las vidas de las personas, particularmente entre las más vulnerables?

Si los supereventos pueden producir cuatro quintas partes de las infecciones, parece sabio esforzarnos en entender cómo suceden, y cómo evitarlos. Poner a mucha gente muy junta en un lugar cerrado, poco ventilado, compartiendo superficies u objetos parece ser la receta para el desastre: así lo indica tanto la doctora Cucunubá (citando al Ministerio de Salud de Japón, bregado en epidemias respiratorias) como el minucioso trabajo realizado por Javier Salas y Mariano Zafra en estas páginas diseccionando tres eventos de supercontagio.

Pero el nudo del problema es que la ecuación 20/80 convierte la epidemia en un fenómeno no lineal: basta con que se te escape un caso para que se multiplique el brote. Lo que marcó el éxito de Corea del Sur al principio no fue tanto evitar este tipo de eventos, sino controlarlos cuando tenían lugar. ¿Cómo? Con unas técnicas que, medido en semanas-pandemia, ya parecen viejas sin serlo: rastreo de contactos, diagnóstico de casos posibles, cuarentena individual. Las autoridades coreanas no pudieron evitar que la famosa “paciente 31” contagiase a cientos de personas en un evento religioso, ni que decenas de ellas lo contrajesen en un call center. Pero sí manejaron sendos brotes con test, trazado y aislamiento. Para los supercontagios, incluso más que para los que no lo son, necesitamos mejorar nuestras capacidades de seguimiento epidemiológico. Ahí empezó el debate sobre medidas para combatir la pandemia que garantizan un menor coste para la sociedad, y ahí es donde debería terminar. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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