Zafarrancho
Ante una oposición tan ciega y desmesurada, la moderación y la sensatez, como defensa, resultan demoledoras
Si el Partido Popular hubiera ejercido una oposición crítica, leal y constructiva, y no imbuida con un odio africano, una vez derrotada la pandemia también habría podido con toda razón adjudicarse la victoria, pero al parecer solo está interesado en aprovechar el virus para derribar al Gobierno y se comporta como un boxeador tosco, que por exceso de furia acaba por echar el bofe antes de acertar con el gancho definitivo de derecha. En este sentido, el Gobierno lo tiene muy fácil. Ante una oposición tan ciega y desmesurada, la moderación y la sensatez, como defensa, resultan demoledoras. En vista del fracaso, los ataques al presidente Pedro Sánchez se producen ahora en toda regla por tierra, mar y aire. En este zafarrancho de combate la fiel infantería de la derecha en su doble falange aznarista ataca por tierra; los independentistas catalanes, ajenos al hecho de que sus vanos sueños, de momento, han saltado por los aires, siguen lanzando torpedos bajo la línea de flotación del Estado, y a este despliegue ofensivo se ha sumado por el aire la escuadrilla judicial con un pelotón de paracaidistas rábulas, que ha caído sobre el Ministerio del Interior con toda clase de enredos y sospechas; por si fuera poco, el vicepresidente Iglesias, llevado por su instinto ideológico, provoca, crispa e insulta para marcar territorio y de hecho le siega la hierba bajo los pies al propio Gobierno. Este ataque desde todos los flancos lleva empotrados a comentaristas políticos, embarradores del terreno de juego, especialistas en acertar la quiniela los lunes. En mi caso, siendo por edad una persona vulnerable, la única forma de salvarme, si no del virus, al menos de la asfixia de tanta basura política, consiste en cerrar con llave esta caja de Pandora llena de serpientes y colocar en la tapa una bailarina de Degas, que dé vueltas mientras suena la Barcarola.
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