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ABRIENDO TROCHA
Columna
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Dos mujeres peruanas y el nazismo

Madeleine Truel producía en París pasaportes para salvar judíos en riesgo, Elvira De la Fuente desempeñó un papel clave en el contraespionaje aliado contra la oficialidad nazi

Diego García-Sayan
Elvira de la Fuente, en una foto de archivo. Cedida por Hugo Coya.
Elvira de la Fuente, en una foto de archivo. Cedida por Hugo Coya.EFE

Coronavirus, covid-19, SARS-CoV-2. Distintos nombres del virus que nos condiciona –y hasta obsesiona- a sentir, pensar, leer y escribir hoy sobre los dramas y retos conectados a él. Virus sin vida, que no es bacteria que se mata y que ha puesto en guardia a toda la humanidad con su secuela de más de 350.000 personas ya fallecidas a fines de este convulsionado mayo.

Otros episodios trágicos ocurridos en un mes de mayo –muy distintos entre sí- se me vienen ahora a la memoria. En ambos mi país, el Perú, está presente.

Uno, “natural”, y local: el terremoto que lo azotó hace 50 años (1970) el día 31 causando más de 70.000 muertes en pocos minutos. Me tocó vivirlo como joven ciudadano esa tarde a las 3:30 y luego actuar sobre sus secuelas durante cerca de un año en la zona del desastre como voluntario de la Cruz Roja. Conocí allí gente extraordinaria en su capacidad de enfrentar tan dramática adversidad.

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El otro, distante: la finalización de la parte europea de la segunda guerra mundial hace 75 años. Cincuenta millones de muertos -solo en la guerra “europea”- como estimado conservador de un conflicto que exudó las peores conductas y personajes imaginables. Pero, también, ejemplos extraordinarios de coraje, entrega y de defensa de valores esenciales de respeto a la dignidad y persona humana. Destacaron dos mujeres peruanas, Madeleine Truel Larrabure y Elvira de la Fuente, curiosamente poco conocidas en el Perú.

Sobre ambas el periodista peruano Hugo Coya ha hecho valiosas investigaciones y publicaciones, a las que me remito, cuya lectura siempre recomiendo. Madeleine, por otro lado, es el referente central en La Noche sin Ventanas, excelente novela de Raúl Tola.

Dos razones me hicieron prestar atención a ambos personajes.

Primero, su ejemplar coraje y, como se estila ahora, “resiliencia” para enfrentar en vidas paralelas a un enemigo como el nazismo. La misma resiliencia que hoy hace de muchas abuelas, madres y hermanas del mundo, personas claves en guiar a sus familias afectadas por la pandemia.

Segundo, la curiosidad personal que ambas mujeres siempre me produjeron. Tanto por lo que hicieron, como por algo más personal: eran contemporáneas de mi madre. Y algo más, con una –Truel Larrabure- seguro había un parentesco y con la otra –De la Fuente- no solo se conocían con mi madre desde la niñez en París (ella y su hermana Dolores), sino que tenían en común haber nacido ambas –y a pocas cuadras de distancia- el mismo 1911 en esa ciudad.

Porque la intolerancia, el racismo y el fanatismo no han muerto, evocar a Truel Larrabure y a De la Fuente es pertinente y actual.

Madeleine Truel, habiendo nacido en Perú, pero viviendo en París durante la segunda guerra mundial, desempeñó valeroso y eficaz papel en la resistencia francesa a la ocupación nazi: fabricación de pasaportes y documentación para que muchos judíos pudieran salir de Francia con otra identidad y no acabar en un campo de concentración.

Fue descubierta y capturada Madeleine en junio de 1944 y enviada al campo de concentración de Sachsenhausen, cerca de Berlín. Colapsando el régimen nazi en abril de 1945, las tropas soviéticas llegaron al campo, pero horas antes los nazis habían sacado encadenados a los prisioneros intentando, así, borrar las huellas del horror. En esa “marcha de la muerte” murió Madeleine, pocos días antes de la rendición del nazismo en mayo de 1945.

Madeleine Truel producía en París pasaportes para salvar judíos en riesgo, Elvira De la Fuente se articulaba a alto nivel con el MI6, servicio secreto británico, integrando el comité secreto “Doble X”. De la Fuente, hija del diplomático peruano Edmundo de la Fuente de las Casas, premunida de su pasaporte peruano, desempeñó, así, un papel clave en el contraespionaje aliado contra la oficialidad nazi.

De acuerdo a la documentación británica hecha pública hace pocos años, ella – como la “agente Bronx”- evitó en 1943 que los alemanes lanzaran un ataque con armas químicas sobre Londres. Al año siguiente entregó a altos oficiales nazis información falsa sobre el lugar por el que se iría a producir el desembarco en Normandía de las tropas aliadas en 1944, el “Día D”, desviando hacia el Golfo de Vizcaya el foco de la inteligencia del III Reich.

Dos mujeres, pues, como hay muchas otras. De distintas nacionalidades y proveniencias, con principios sólidos, coraje admirable y habilidad para la acción. Que hicieron frente a un enemigo como nazismo. Y otras hoy, quienes en el anonimato, como médicas o personal auxiliar, abuelas, madres o hermanas son puntales en resistir con coraje y tenacidad a la pandemia que hoy nos afecta.

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